martes, 30 de julio de 2013

"VERDE FUI", Mayte Dalianegra

Verde fui
- se dijo la hoja -,
la lozanía del agua
me henchía la entraña vegetal.
Se hendían en mis poros
las esporas de la primavera,
y un multitudinario arco iris
expandía su cromática cola de pavo real.

Verde fui,
mas amarillearon mis días,
se tornaron ocres en el sembradío acre
donde nada crece.
Lo que ayer fue feraz hoy es feroz,
feroces las hambres
del tiempo vivido,
feroces los llantos por el infortunio.

Ya nunca más verde,
ya nunca hidratada de núbiles horas,
ahora la tierra labra un solo surco:
caigo en él,
soy hoja vencida,
mustia, marchita, agostada;
no puede mi tallo
sostenerme erguida,
no puede el orgullo comprar
la ignominia de verme sometida
al tiempo y su medida.

Mayte Dalianegra.

Pintura: "Hojas de otoño", Teresa Lapayese Puebla.
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"BALADILLA DE LOS TRES RÍOS", Federico García Lorca


El río Guadalquivir
    va entre naranjos y olivos,
    Los dos ríos de Granada
    bajan de la nieve al trigo.
    ¡Ay, amor
    que se fue y no vino!
    El río Guadalquivir
    tiene las barbas granates.
    Los dos ríos de Granada,
    uno llanto y otro sangre.
    ¡Ay, amor
    que se fue por el aire!
    Para los barcos de vela
    Sevilla tiene un camino;
    por el agua de Granada
    sólo reman los suspiros.
    ¡Ay, amor
    que se fue y no vino!
    Guadalquivir, alta torre
    y viento en los naranjales,
    Darro y Genil, torrecillas
    muertas sobre los estanques.
    ¡Ay, amor
    que se fue por el aire!
    ¡Quién dirá que el agua lleva
    un fuego fatuo de gritos!
    ¡Ay, amor
    que se fue y no vino!
    Lleva azahar, lleva olivas,
    Andalucía, a tus mares,
    ¡Ay, amor
    que se fue por el aire! 

Federico García Lorca.

Pintura:  "Cruzando el Guadalquivir" (1855), Manuel Barrón y Carrillo. Museo Carmen Thyssen, Málaga.


viernes, 26 de julio de 2013

"UNA MAÑANA DE ABRIL", Mayte Dalianegra

El azar - en su capricho inamovible -
encadena los eslabones del destino
sin importarle
latitudes ni longitudes.

Una mañana,
escrita con la tinta
—ya indeleble— de un abril
de nubes oscuras,
el viento del este
apaciguó su hambruna portando
en sus hombros el disco solar.

De súbito,
el plomo se desvaneció del éter
y ocupó su lugar la liviandad azul.

Una luna sibilina emergió en el horizonte
no bien llegaba al cenit el mediodía.

Sol y luna,
tú y yo
abrazados.

Sol y luna,
tú y yo
arañando las azucenas
con garras de delirio concupiscente.

Sol y luna,
tú y yo
fundidos en cópula,
en fecunda intersección de condiciones.
Tú y yo
derramando la iridiscencia
opalina
con voz de trueno.

Tú y yo
en una mañana de abril otrora
lluviosa y gris.

(Mayte Llera, Dalianegra)

Pintura: “Pasión”, Alberto Pancorbo.
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"LOS ADIOSES", Rosario Castellanos

Quisimos aprender la despedida
y rompimos la alianza
que juntaba al amigo con la amiga.
Y alzamos la distancia
entre las amistades divididas.

Para aprender a irnos, caminamos.
Fuimos dejando atrás las colinas, los valles,
los verdeantes prados.
miramos su hermosura
pero no nos quedamos.

  Rosario Castellanos.

Pintura:  "The old road to the sea"  ("El viejo camino al mar"), 1893, William Merrit Chase.


"DESTINO", Rosario Castellanos

Matamos lo que amamos. Lo demás
no ha estado vivo nunca.
Ninguno está tan cerca. A ningún otro hiere
un olvido, una ausencia, a veces menos.
Matamos lo que amamos. ¡Que cese ya esta asfixia
de respirar con un pulmón ajeno!
El aire no es bastante
para los dos. Y no basta la tierra
para los cuerpos juntos
y la ración de la esperanza es poca
y el dolor no se puede compartir.

El hombre es animal de soledades,
ciervo con una flecha en el ijar
que huye y se desangra.

¡Ah! pero el odio, su fijeza insomne
de pupilas de vidrio; su actitud
que es a la vez reposo y amenaza.

El ciervo va a beber y en el agua aparece
el reflejo de un tigre.
El ciervo bebe el agua y la imagen. Se vuelve
- antes que lo devoren -  ( cómplice, fascinado )
igual a su enemigo.

Damos la vida sólo a lo que odiamos.

Rosario Castellanos.

Pintura: "La pequeña cierva" (1946), Frida Kahlo.

"APELACIÓN AL SOLITARIO", Rosario Castellanos

Es necesario, a veces, encontrar compañía.

Amigo, no es posible ni nacer ni morir
sino con otro. Es bueno
que la amistad le quite
al trabajo esa cara de castigo
y a la alegría ese aire ilícito de robo.

¿Cómo podrías estar solo a la hora
completa, en que las cosas y tú hablan y hablan,
hasta el amanecer?

Rosario Castellanos.

Pintura: "Indolencia" (1884), Frank Markham Skipworth.

"AMOR", Rosario Castellanos

Sólo la voz, la piel, la superficie
pulida de las cosas.

Basta. No quiere más la oreja, que su cuenco
rebalsaría y la mano ya no alcanza
a tocar mas allá.

Distraída, resbala, acariciando
y lentamente sabe del contorno.
Se retira saciada,
sin advertir el ulular inútil
de la cautividad de las entrañas
ni el ímpetu del cuajo de la sangre
que embiste la compuerta del borbotón, ni el nudo
ya para siempre ciego del sollozo.

El que se va se lleva su memoria,
su modo de ser río, de ser aire,
de ser adiós y nunca.

Hasta que un día otro lo para, lo detiene
y lo reduce a voz, a piel, a superficie
ofrecida, entregada, mientras dentro de sí
la oculta soledad aguarda y tiembla.

Rosario Castellanos.

Pintura: "Venus desarmando a Cupido" (1570), Alessandro Allori.

jueves, 25 de julio de 2013

Mis poetas favoritos: ROSARIO CASTELLANOS

Rosario Castellanos (Ciudad de México, 1925 - Tel Aviv, 1974). Narradora y poeta mexicana, considerada en este segundo género la más importante del siglo XX en su país. Durante su infancia vivió en Comitán (Chiapas), de donde procedía su familia. Cursó estudios de letras Universidad Nacional Autónoma de México. En Madrid complementaría su formación con cursos de estética y estilística.

Trabajó en el Instituto Indigenista Nacional en Chiapas y en Ciudad de México, preocupándose de las condiciones de vida de los indígenas y de las mujeres en su país. En 1961 obtuvo un puesto de profesora en la Universidad Autónoma de México, donde enseñó filosofía y literatura; posteriormente desarrolló su labor docente en la Universidad Iberoamericana y en las universidades de Wisconsin, Colorado e Indiana, y fue secretaria del Pen Club de México. Dedicada a la docencia y a la promoción de la cultura en diversas instituciones oficiales, en 1971 fue nombrada embajadora en Israel, donde falleció al cabo de tres años, víctima de un accidente de aviación.

jueves, 11 de julio de 2013

"HACE DOS SEMANAS", Mayte Dalianegra

Hace dos semanas
que contengo el aliento,
y contengo la lluvia,
y contengo la sal.

Hace dos semanas
que mis oídos no acogen
tu timbre ronco
en rugido de fiera,
que mis pupilas no escrutan
las minúsculas oquedades
de tus poros,
que mis manos
no se arremolinan,
como palomas torcaces,
sobre tu piel atezada
por la lumbre,
que no se apropian
de tu robusta tersura
y la comprimen con dedos ávidos,
ansiando el ascenso
de una tibia pleamar de espuma.

Hace dos semanas
que me siento amapola florecida,
que me late su pigmento bermellón,
que me quema la sombra de tu nombre,
que me vierto como llama sobre ti.

Porque hace dos semanas
que te he tenido dentro, muy dentro, y aún
ahí, te llevo.

Mayte Dalianegra.

Pintura de Erik K. Wallis.
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"SÍRVELA, NO TE CANSES, SIRVIENDO EL AMOR CRECE", Juan Ruiz, Arcipreste de Hita

Sírvela, no te canses, sirviendo el amor crece;
homenaje bien hecho no muere ni perece,
si tarda, no se pierde; el amor no fallece
pues siempre el buen trabajo todas las cosas vence.

Agradécele mucho cuanto ella por ti hiciere,
ensálza10 en más precio de lo que ello valiere
no te muestres tacaño en lo que te pidiere
ni seas porfiado contra lo que dijere.

Busca muy a menudo a la que bien quisieres,
no tengas de ella miedo cuando tiempo tuvieres;
vergüenza no te embargue si con ella estuvieres:
perezoso no seas cuando la ocasión vieres.

Si la mujer encuentra un haragán cobarde
dice luego entre dientes: -¡Fuera, que se hace tarde!
Si a una dama cortejas, tu ropón no te enfarde,
que tu vestido airoso haga del talle alarde.

La pereza excesiva es miedo y cobardía,
pesadez y vileza, suciedad y astrosía;
por pereza perdieron muchos mi compañía,
por pereza se pierde mujer de gran valía.

Juan Ruiz, Arcipreste de Hita.

Pintura: "Pigmalión y Galatea", Luis Jean François Lagrénée.

"HABLA EL AMOR...", Juan Ruiz, Arcipreste de Hita

Si quieres amar dueñas o a cualquier mujer
muchas cosas tendrás primero que aprender
para que ella te quiera en amor acoger.
Primeramente, mira qué mujer escoger.

Busca mujer hermosa, atractiva y lozana,
que no sea muy alta, pero tampoco enana;
si pudieres, no quieras amar mujer villana,
pues de amor nada sabe, palurda y chabacana.

Busca mujer esbelta, de cabeza pequeña,
cabellos amarillos, no teñidos de alheña;
las cejas apartadas, largas, altas, en peña;
ancheta de caderas, ésta es talla de dueña.

Ojos grandes, hermosos, expresivos, lucientes
y con largas pestañas, bien claros y rientes;
las orejas pequeñas, delgadas; para mientes
si tiene el cuello alto, así gusta a las gentes.

La nariz afilada, los dientes menudillos,
iguales y muy blancos, un poco apartadillos,
las encías bermejas, los dientes agudillos,
los labios de su boca bermejos, angostillos

La su boca pequeña, así, de buena guisa,
su cara sea blanca, sin vello, clara y lisa;
conviene que la veas primero sin camisa
pues la forma del cuerpo te dirá: ¡esto aguisa!

Juan Ruiz, Arcipreste de Hita.

Pintura: "Simonetta Vespucci" (1480), Sandro Botticelli.

miércoles, 10 de julio de 2013

"ARISTÓTELES DIJO, Y ES COSA VERDADERA", Juan Ruiz, Arcipreste de Hita

Aristóteles dijo, y es cosa verdadera,
que el hombre por dos cosas trabaja: la primera,
por el sustentamiento, y la segunda era
por conseguir unión con hembra placentera.

Si lo dijera yo, se podría tachar,
mas lo dice un filósofo, no se me ha de culpar.
De lo que dice el sabio no debemos dudar,
pues con hechos se prueba su sabio razonar.

Que dice verdad el sabio claramente se prueba;
hombres, aves y bestias, todo animal de cueva
desea, por natura, siempre compaña nueva
y mucho más el hombre que otro ser que se mueva.

Digo que más el hombre, pues otras criaturas
tan sólo en una época se juntan, por natura;
el hombre, en todo tiempo, sin seso y sin mesura,
siempre que quiere y puede hacer esa locura.

Prefiere el fuego estar guardado entre ceniza,
pues antes se consume cuanto más se le atiza;
el hombre, cuando peca, bien ve que se desliza,
mas por naturaleza, en el mal profundiza.

Yo, como soy humano y, por tal, pecador,
sentí por las mujeres, a veces, gran amor.
Que probemos las cosas no siempre es lo peor;
el bien y el mal sabed y escoged lo mejor.

Juan Ruiz, Arcipreste de Hita.

Pintura: "La scuola di Atene" ("La escuela de Atenas"), 1509, Rafael de Sanzio. Museos Vaticanos.

martes, 9 de julio de 2013

"SABÍA", Mayte Dalianegra


Intuía, sabía 
de tu temor,
del recelo que germinaba
en tu tuétano
cebado por el torrente
de mis afectos.

Intuía, sabía
de tu incomodidad
ante la vehemencia
atestiguada en mi abrazo,
y manifestada en la humedad
de mis besos.

Intuía, sabía, 
creía ya
—con fe ciega—,
que ahuyentabas
mi locura de amor
con amuletos,
como si fuese un hechizo
y no la ceguera
del amor verdadero,
de aquel que va más allá
del ojo humano,
de aquel que mantiene
los párpados lacrados
porque es capaz de vislumbrar
sus entrañas
en ausencia de la luz.

Intuía, sabía ya,
que todos mis fuegos
aplacabas con granizo
y carámbanos,
en aras de esquivar
un futuro sufrimiento.

Mas no entiendes
que la llama
que me enciende el corazón
proviene del mismo lugar
que ansiaríamos alcanzar
tras nuestra muerte
—si esta no fuese muerte eterna—;
de un sitio
donde la rutina
—ese alfil arrogante que proyecta
su sombra de ciprés sobre el tablero
de nuestras vidas—,
no pudiese ejecutar
su danza sinuosa
y darnos jaque mate
con la lacerante daga del tedio.

(Mayte Llera, Dalianegra)

Pintura de Alberto Donaire
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viernes, 5 de julio de 2013

"CUANDO...", Mayte Dalianegra


Cuando
ya no estemos juntos,

cuando
sobre mis hombros
sienta el calor de otro abrazo,

cuando
sea otra boca
la que a mi boca se acerque,

cuando
el aliento de Céfiro
brame enfurecido
desde latitudes remotas,

y rechine
—encendida—
la crujía de mi pecho,

echarás a faltar
las amapolas de mis labios
sin censura,

y la mirada cándida y enamorada
con la que yo te veía.

(Mayte Llera,  Dalianegra)

 Pintura de Magda Vacariu

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