sábado, 20 de febrero de 2016

"TÚ Y TUS PERICOS", Mayte Dalianegra

Tú y tus pericos multicolores,
tus monos negros,
tus gatos igualmente negros,
la cervatilla asaeteada,
como un San Sebastián silvestre
entonando una elegía por sí misma
(por ti misma),
por el inmenso dolor que te laceraba
por dentro,
por fuera.

Tú y tus pericos tornasolados,
el yugo de tus cejas unciéndote los ojos,
tu bigotito ambiguo, andrógino,
tu pierna flaca de poliomielitis,
los largos vestidos
de tehuana y los pantalones para disimularla,
los corsés de escayola
—como aquel adornado con la hoz
y el martillo—,
a veces el otro con cinchas de acero,
las cicatrices,
el matrimonio
que te pintaba lágrimas
por otras que él amaba,
las lágrimas por otras y otros
que también amaste tú, 
y por los hijos perdidos
y por la cirugía
y por las amputaciones…

El corcel brioso
de la risa saltando una barrera
de tarde en tarde,
las caricias cómplices con Tina Modotti,
los besos clandestinos con León Trotski,
los viajes al norte,
la vuelta al jardín de tu Casa Azul,
a su pirámide de estuco,
a sus ídolos hieráticos de factura milenaria,
al cielo de espejo de tu cama,
al óleo que ya era sangre de tus venas,
a los pinceles que ya eran falanges de tus dedos,
a las ajorcas de jade que arrullaban tus muñecas,
a los collares huicholes de turquesas y corales,
al arcoíris de raso que enjaezaba tus trenzas,

al huipil que sería tu mortaja
mientras Diego te lloraba, a ti, Frida,
que en vida fuiste su sombra
y, ahora, muerta, nos deslumbras. 

(Mayte Dalianegra)

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Imágenes de cuadros de Frida Kahlo ("Yo y mis pericos", 1941, "Autorretrato con monos", "Autorretrato con collar de espinas y colibrí", "La pequeña cervatilla", 1946), y de Mayte Dalianegra posando en el jardín de la Casa Azul en el año 2003 (casa natal de Frida Kahlo en Coyoacán, México D. F.)


"BATALLA DEL RÍO JARAMA", Pablo Neruda


Entre la tierra y el platino ahogado 
de olivares y muertos españoles,
Jarama, puñal puro, has resistido
la ola de los crueles.

Allí desde Madrid llegaron hombres 
de corazón dorado por la pólvora
como un pan de ceniza y resistencia,
allí llegaron.

Jarama, estabas entre hierro y humo
como una rama de cristal caído, 
como una larga línea de medallas
para los victoriosos.

Ni socavones de substancia ardiendo,
ni coléricos vuelos explosivos,
ni artillerías de tiniebla turbia 
dominaron tus aguas.

Aguas tuyas bebieron los sedientos
de sangre, agua bebieron boca arriba:
agua española y tierra de olivares
los llenaron de olvido. 

Por un segundo de agua y tiempo el cauce
de la sangre de moros y traidores
palpitaba en tu luz como los peces
de un manantial amargo.

La áspera harina de tu pueblo estaba 
toda erizada de metal y huesos,
formidable y trigal como la noble
tierra que defendían.

Jarama, para hablar de tus regiones
de esplendor y dominio, no es mi boca 
suficiente, y es pálida mi mano:
allí quedan tus muertos.

Allí quedan tu cielo doloroso,
tu paz de piedra, tu estelar corriente,
y los eternos ojos de tu pueblo 
vigilan tus orillas. 

(Pablo Neruda)

Pintura: Premonición de la Guerra civil (1936), Salvador Dalí