jueves, 31 de marzo de 2016

"TABLA DE MULTIPLICAR", Mayte Dalianegra


Dicen que el hombre
era espejo de su Creador
y que fue un ser único como Él,
y que viéndose incapaz
de dominar el mundo
desde su orilla solitaria,
precisó de algo tan trivial
—en apariencia—
como la multiplicación.

Y al igual que su Hacedor se había
multiplicado, él, siendo su sucedáneo,
habría de encontrar la fórmula
para multiplicarse también,
antes de que pudiese
aparecer un tal Darwin
y hallase razones
para contrariarle.

Milagrosamente
llegó alguien a quien llamaron Eva,
surgiendo de una costilla
del que después
sería el padre de sus hijos.

Y he aquí
que lo que podría haber llegado a término
como una comedia romántica
protagonizada por Hugh Grant,
dejó alguna que otra queja
por discriminaciones varias,
por maltratos físicos y psíquicos
y, sobre todo,

por hacer un uso indebido
de las matemáticas.

(Mayte Dalianegra)

Pintura: "La creación del hombre", escena central de la bóveda de la Capilla Sixtina (1508 - 1512), Miguel Ángel Buonarroti. Ciudad del Vaticano
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"LOS RECUERDOS", Giuseppe Ungaretti


Los recuerdos, inútil infinito,
pero solos y unidos contra el mar, intacto,
en medio de estertores infinitos...

El mar,
voz de una libre grandeza
pero inocencia enemiga en los recuerdos,
tan rápido en borrar las huellas dulces
de un pensamiento fiel...

El mar, sus blanduras indolentes
tan feroces y esperadas tanto, tanto,
y en su agonía,
presente siempre, renovada siempre,
en el despierto pensamiento, la agonía.

Los recuerdos,
el revolverse vano
de arena que se mueve
sin pesar sobre la arena,

ecos breves y lentos,
sin voz, ecos de los adioses
a minutos que parecían felices...

(Giuseppe Ungaretti)

Versión de Jesús López Pacheco

Pintura: "Marina", Ricardo Verdugo Landi

"TIERRA", Giuseppe Ungaretti


Podría haber en la guadaña
un rápido reflejo, y el rumor
tornar y perderse por grados
hacia las grutas, y el viento podría
de otra sal enrojecer los ojos...

Podrías, la quilla sumergida,
oírla deslizarse a lo lejos,
o a una gaviota equivocar su pico,
la presa huída, en el espejo...

Del trigo de noches y días
colmadas mostraste las manos,
delfines de los viejos tirrenos
viste pintados en secretos
muros inmateriales y, luego, detrás
de las naves, vivos volar,
y tierra eres aún de cenizas
de inventores sin descanso.

Cauto temblor podría otra vez a adormecedoras
mariposas en los olivos, de un instante a otro,
despertar;
quedarás inspiradas vigilias de extintos,
intervenciones insomnes de ausentes,
la fuerza de cenizas, sombras
en el raudo oscilar de las platas.

Continúas derribando al viento ;
desde abetos a palmeras el estrépito
por siempre desolas; silente
el grito de los muertos es más fuerte.

(Giuseppe Ungaretti)

Traducción de Jesús López Pacheco

Pintura: "El vellocino de oro" (1904), Herbert James Draper

"VIGILIA", Giuseppe Ungaretti


Una entera velada
tendido al costado
de un compañero
masacrado
con su boca
desencajada
vuelta al plenilunio
con la congestión
de sus manos
penetrada
en mi silencio
he escrito
cartas llenas de amor.

No me he sentido nunca
tan
aferrado a la vida.

(Giuseppe Ungaretti)

Pintura de Nicola Verlato




"NO GRITÉIS MÁS", Giuseppe Ungaretti


Dejad de matar a los muertos,
no gritéis más, no gritéis,
si les queréis todavía oír
si esperáis no perecer.

Tienen un susurro imperceptible,
no hacen más rumor
que el crecer de 1a hierba,
alegre donde no pasa el hombre.

 (Giuseppe Ungaretti)

Traducción de Jesús López Pacheco

Pintura: "El tránsito del alma a la muerte", Evelyn de Morgan

Mis poetas favoritos: GIUSEPPE UNGARETTI

Giuseppe Ungaretti (Alejandría, 1888 - Milán, 1970) Poeta italiano. Vinculado en sus inicios al hermetismo, su obra, en la que se advierte siempre una tensión existencial y un continuo viaje interior hacia la memoria, representa también una singular recuperación de la tradición lírica, tras los excesos del crepuscularismo y del futurismo.

Hijo de una familia burguesa emigrada a Egipto por motivos de trabajo, pasó su adolescencia en su ciudad natal, cerca de esos paisajes del desierto que se convertirían en uno de los temas más recurrentes de toda su obra. En 1912 se marchó a París para completar sus estudios en la Sorbona y allí conoció a los mayores representantes de las vanguardias europeas, entre ellos a Guillaume Apollinaire, André Gide, Max Jacob y Pablo Picasso.

Dos años después se instaló en Milán y se enroló en el ejército para tomar parte en la Primera Guerra Mundial. Terminado el conflicto, residió primero en París, donde se casó, y luego en Roma, para trabajar como corresponsal de distintos periódicos, ocupación que le permitió viajar por Italia, Europa y Egipto. En 1936 aceptó la cátedra de literatura italiana en la Universidad de São Paulo, donde vivió hasta 1942, año en que regresó a Roma para ejercer de profesor de literatura italiana contemporánea en la universidad de la ciudad.

En su producción poética se pueden distinguir tres etapas, la primera de las cuales está ligada a su experiencia en la guerra. La inmediatez lírica, el ansia de pureza, el lenguaje esencial y las influencias vanguardistas de sus primeras composiciones, Il porto sepolto (1916) y Allegria di naufragi (1919), le convirtieron en uno de los iniciadores del hermetismo. Forman parte también de esta tendencia las poesías que publicó durante esos años en distintas revistas y que serían reunidas en Poesie disperse (1945), aunque luego renegó de ellas.

Después de la guerra, la temática de su poesía se volvió más reflexiva y evocadora de la misteriosa y dramática condición del hombre frente a la naturaleza, mientras que rítmicamente se advierte una mayor complejidad y un uso de los procedimientos técnicos de la literatura moderna europea, sobre todo del simbolismo. Pertenecen a esta época Sentimiento del tiempo (1933), El dolor (1947), que recoge las poesías escritas en Brasil, muchas de ellas inspiradas en la muerte de su hijo Antonietto, y La tierra prometida (1950), reflejo del espíritu barroco que iban adquiriendo sus versos. Resultan significativas las traducciones de los grandes poetas barrocos y simbolistas que llevó a cabo en ese período, entre ellos, William Shakespeare, Luis de Góngora y Stéphane Mallarmé.

Por último, Un grido e paesaggi (1952) señaló el comienzo de su tercer momento poético, marcado por el sólido esfuerzo de recuperar la tradición lírica italiana, con especial atención a Petrarca, Torquato Tasso o Giacomo Leopardi, y en el que la estructura métrica se convierte en parte básica de su discurso lírico-dramático. Siguieron El cuaderno del viejo (1960), Apocalissi (1961), Morte delle stagioni (1967) y Dialogo (1968), colecciones sobre todo de poesías de amor en las que se manifiesta su interés por el clasicismo.

En 1962 fue elegido presidente de la Comunidad Europea de los escritores; cuatro años después recibió el premio Taormina de poesía. Su obra completa quedó reunida en distintos volúmenes bajo el título de Vida de un hombre, libros que atestiguan su peculiar y riguroso concepto del proceso creativo, ya que en ellos aparece un enorme número de variantes y reescrituras de sus antiguas poesías.

Extraído de Biografías y vidas

sábado, 5 de marzo de 2016

"PALABRAS", Mayte Dalianegra


No todas las palabras
suenan del mismo modo,
algunas como playa, ola, verano,
arena, palmeral, vergel, oasis,
son refrescante jugo de papaya
y tienen la dulzura de los dátiles.

Las hay con suavidad de terciopelo,
de ojos tiernos de niño descubriendo
entre las bagatelas maravillas.

Otras son redentoras como rosas,
clavando las espinas de sus tallos
para besar después la carne herida
con sus labios de pétalos fragantes.

Sin embargo, no todas las palabras
mantienen su brillante pulimento,
algunas se enmohecen con el tiempo
y padecen herrumbres permanentes;

si bien hay excepciones que florecen
y son lirios bebiendo la belleza
debajo de las costras oxidadas.

Ilusión y esperanza
son dos de esas palabras.

(Mayte Llera, Dalianegra)

Pintura: “La caja de Pandora”, John William Waterhouse

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"CANCIÓN CALLEJERA", Edith Sitwell

Amad mi corazón una hora, pero mis huesos todo un día...
El esqueleto al menos sonríe, pues tiene un mañana; pero
los corazones de los jóvenes son ahora el oscuro tesoro
de la Muerte, y el verano ha quedado solitario.

Consolad a la luz solitaria y al sol en su tristeza,
venid como la noche, pues terrible como la verdad
es el sol, y a la luz muriente muestra sólo el hambre de paz
del esqueleto, bajo la carne como la rosa estival.

Ven a través de las tinieblas de la muerte, como viniste
antaño a través del follaje de la juventud, a través de la
sombra como la puerta florecida que lleva al Paraíso,
lejos de la calle... tú, la ciudad aún
por nacer vista por los desamparados
la noche de los pobres.

Andáis por los caminos de la ciudad, donde la sombra amenazante
del Hombre ribeteada de rojo por el sol como Caín tiene una
forma cambiante: esbelta como el Esqueleto, agazapada como el Tigre,
con la presteza y la vieja sabiduría del Simio.

El pulso que late en el corazón tórnase el martillo que resuena en
el Campo del Alfarero donde construyen un mundo nuevo con
nuestros Huesos, y las inmundicias que dejan caer y el clamor
durante el día de las rapaces que se alimentan de carroña... Pero
tú eres mi noche y mi sosiego,

la noche santa de la concepción, del descanso, la oscuridad
consoladora en que todos los hombres son iguales: el réprobo
y el justo, el rico y el pobre no son ya naciones separadas,
sino hermanos en la noche.
Tal fue la canción que oí: ¡pero los Huesos son mudos!
Quién sabe si el son era el de la luz muerta que llamaba,
de César haciendo rodar cuesta arriba la piedra
de su corazón, o la carga de Atlas despeñándose.

(Edith Sitwell)

Pintura: "Esqueletos en una oficina" (1944), Paul Delvaux

viernes, 4 de marzo de 2016

"AÚN CAE LA LLUVIA", Edith Sitwell


Aún cae la lluvia
oscura como el mundo de los hombres:
negra como nuestra destrucción:
ciega como los mil novecientos cuarenta clavos
hincados en la cruz.
Aún cae la lluvia
con un son parecido al latir del corazón
convertido en golpear de martillo
en el campo del Alfarero, y al son del pie impío
sobre la tumba.
Aún cae la lluvia
en el campo de la sangre, donde crecen diminutas esperanzas,
y el cerebro del hombre
se nutre de codicia, aquel gusano de rostro de Caín.
Aún cae la lluvia
a los pies del hombre extenuado
pendiente de la cruz.
Cristo, día y noche clavado, apiádate de nosotros,
del opulento y de Lázaro:
bajo la lluvia las llagas y el oro son lo mismo.
Aún cae la lluvia
cae la sangre aún del herido costado del hombre extenuado:
lleva en su corazón las heridas todas, las de la luz que se extinguió,
la última y débil chispa
del corazón suicida, las heridas de la triste e incomprendida oscuridad,
las heridas del oso atrapado:
el oso ciego y gimiente, cuya carne indefensa
azotan los guardianes... las lágrimas de la acosada liebre.
Aún cae la lluvia
Entonces —"Oh, saltaré hasta mi Dios, que me ata al suelo"
—ved cómo la sangre de Cristo surca el firmamento:
se derrama de la frente que clavamos al madero
hasta el profundo y moribundo, el sediento corazón
que custodia los fuegos del mundo,
desgarrado de dolor
como una cesárea corona de laurel.
Entonces se oye la voz de Aquel que,
como el corazón del hombre,
fue una vez niño y durmió entre animales:
"Te amo aún, derramo aún mi luz
inocente y mi sangre por ti.

(Edith Sitwell)

Pintura: "Corpus hypercubus" (1954), Salvador Dalí, Museo Metropolitano de Arte de Nueva York

Mis poetas favoritos: EDITH SITWELL

Edith Sitwell (Scarborough, 1887 - Londres, 1964), fue una poeta, prosista, biógrafa y ensayista inglesa de las vanguardias de la primera mitad del siglo XX. Procedía de una notable familia aristocrática y tuvo una infancia infeliz. Publicó su primer libro, "The mother and other poems", en 1915.

La primera etapa de su poesía fue experimental, ligada a búsquedas estilísticas de diversas tendencias: contrapuso a la poesía nostálgica y rural de los poetas georgianos una poesía de imágenes vigorosas y satíricas. En 1916 publicó una antología de la poesía inglesa, "Ruedas". Más adelante, en "Façade" (1923), utilizó versos escritos en lenguaje coloquial concediendo un lugar de importancia a los efectos sonoros de las palabras, rasgo que se incorporó al arte de vanguardia de la época.

En una segunda etapa, su obra se hizo más abstracta, influida por el cubismo y otras tendencias de avant-garde, vinculada sobre todo al sonido y menos al sentido de los versos. En el largo poema "La bella durmiente del bosque" (1924) empleó un tono elegíaco con el que intentó recuperar un mundo perdido de carácter fantasmal. Hasta 1939, su poesía fue irónica, brillante, audaz y relacionada con la música y la pintura modernas.

Luego vino la etapa final, iniciada con el poema "Cae la lluvia aún" (1940), cuyas composiciones son de tono humanista, visionario y apocalíptico, tono en el que perseveró en poemas como "Invocación", y se mantuvo en "Poemas reunidos" (1957). Sus trabajos en prosa también son interesantes: en 1930 escribió una entusiasta biografía sobre el poeta A. Pope; en 1933 publicó "Ingleses excéntricos" (1933), sobre figuras conocidas que trató de manera singular; por ejemplo, Gerald Durrell aparece montado en un cocodrilo.

En la novela "I live under a black sun" (1937), acerca de la vida de J. Swift, realizó experimentos cronológicos radicales, tales como cambiar súbitamente de una época histórica a otra. Sus últimos poemas enfatizaron la visión mística y simbólica del cristianismo, con un verso descarnado y profundo.

Sitwell tenía rasgos angulares que recordaban a la reina Isabel I (también compartían fecha de cumpleaños) y medía 1,83 m. de alto, pero a menudo vestía de manera inusual con ropas de brocado o terciopelo con turbantes dorados y una plétora de anillos; sus joyas pueden verse en las galerías de joyas del Museo Victoria y Alberto de Londres. Su inusual apariencia provocó críticas casi tanto como sus versos, y a lo largo de su vida fue objeto de ataques personales más o menos virulentos.

Extraído en parte de Biografías y Vidas y Wikipedia.