El poeta sale alguna vez,
viaja a un planeta, visita rápido una estrella,
pernocta en un pueblo de provincia,
va a ver el mar, la guerra,
llega al fondo de las rosas y los ríos,
busca palabras en los bosques y los cementerios,
sale a hablar con los niños y los viejos,
pero nunca se va,
a lo más sueña;
a lo más se entretiene con un atardecer;
a lo más se entretiene con un arco iris,
pero nunca se va.
Así es que amigos, compañeros:
llamad al poeta.
Llamadlo en el momento del amor,
pedidle un verso que ayude comprender,
pedidle una canción sencilla
para enamorar a una muchacha;
llamadlo también en la tristeza,
en el instante de romper
papeles, fotos, relaciones;
reclamadle unos versos de paz y sosiego,
exigidle un canto de optimismo,
una palabra dulce para la sal del día.
Llamad al poeta si alguien se marcha,
porque él halló canciones en sus viajes
que sirven para aliviar distancias y fronteras.
Y llamadlo si vuelve,
porque el poeta encontró viejos vocablos
nuevos para las bienvenidas,
antiguas melodías para los reencuentros,
rimas especiales para la alegría.
Nunca se va.
Ante un imposible,
llamad urgente al poeta;
él descubrió suaves, nobles imágenes
contra los imposibles.
El poeta sabe fórmulas que apaciguan al tiempo,
tiene bálsamos, versos frescos
para curar de desesperación a sus hermanos.
Para la muerte también podéis llamarlo;
no la evita,
pero tiene elegías para las heridas,
décimas tristes para describirla,
grises palabras fúnebres
que bien repartidas con flores y con lágrimas
pueden ayudar.
Y, amigos, compañeros,
llamad al poeta a la hora del combate,
reclamadle sus canciones en el momento duro.
Él cinceló en las sombras violentas palabras
para el enemigo,
preparó emboscadas, trampas para el pasado,
tiene afilados adjetivos para los traidores.
Nunca se va.
Cuando haga falta, llamadlo;
sencillamente, vuélvete y di en voz baja
hacia la multitud:
compañeros, ¿hay algún poeta entre nosotros?
Pregunta. Él estará allí,
preparando palabras, trabajando canciones.
Allí estará.
Llamad compañeros, llamad al poeta.
Él tiene mucho que hacer aquí.
viaja a un planeta, visita rápido una estrella,
pernocta en un pueblo de provincia,
va a ver el mar, la guerra,
llega al fondo de las rosas y los ríos,
busca palabras en los bosques y los cementerios,
sale a hablar con los niños y los viejos,
pero nunca se va,
a lo más sueña;
a lo más se entretiene con un atardecer;
a lo más se entretiene con un arco iris,
pero nunca se va.
Así es que amigos, compañeros:
llamad al poeta.
Llamadlo en el momento del amor,
pedidle un verso que ayude comprender,
pedidle una canción sencilla
para enamorar a una muchacha;
llamadlo también en la tristeza,
en el instante de romper
papeles, fotos, relaciones;
reclamadle unos versos de paz y sosiego,
exigidle un canto de optimismo,
una palabra dulce para la sal del día.
Llamad al poeta si alguien se marcha,
porque él halló canciones en sus viajes
que sirven para aliviar distancias y fronteras.
Y llamadlo si vuelve,
porque el poeta encontró viejos vocablos
nuevos para las bienvenidas,
antiguas melodías para los reencuentros,
rimas especiales para la alegría.
Nunca se va.
Ante un imposible,
llamad urgente al poeta;
él descubrió suaves, nobles imágenes
contra los imposibles.
El poeta sabe fórmulas que apaciguan al tiempo,
tiene bálsamos, versos frescos
para curar de desesperación a sus hermanos.
Para la muerte también podéis llamarlo;
no la evita,
pero tiene elegías para las heridas,
décimas tristes para describirla,
grises palabras fúnebres
que bien repartidas con flores y con lágrimas
pueden ayudar.
Y, amigos, compañeros,
llamad al poeta a la hora del combate,
reclamadle sus canciones en el momento duro.
Él cinceló en las sombras violentas palabras
para el enemigo,
preparó emboscadas, trampas para el pasado,
tiene afilados adjetivos para los traidores.
Nunca se va.
Cuando haga falta, llamadlo;
sencillamente, vuélvete y di en voz baja
hacia la multitud:
compañeros, ¿hay algún poeta entre nosotros?
Pregunta. Él estará allí,
preparando palabras, trabajando canciones.
Allí estará.
Llamad compañeros, llamad al poeta.
Él tiene mucho que hacer aquí.
Raúl Rivero.
Pintura: "A Reading from Homer" ("Una lectura de Homero"), 1885, Lawrence Alma Tadema.