miércoles, 10 de enero de 2018

"PAULINE BORGHESE BUONAPARTE", Mayte Llera (Dalianegra)


Hay jaspes y mármoles 
ornando paredes, 
y frisos y grecas, 
pilastras, columnas, 
vetas verdes, ocres, 
azules, rojizas, 
y tú recostada, 
Venus victoriosa. 

Hay cuerpos desnudos 
en torno a tu lecho; 
son de helada piedra, 
son dioses sin alma. 

Tu piel y tu carne 
son nieve que enciende 
la hoguera de Eros. 
Con esa manzana 
sujeta tu mano 
el premio a tu fuego. 

(Mayte Llera, “Dalianegra”)

Fotografías de la estatua-retrato de Paulina Borghese Bonaparte como Venus Victrix, de Antonio Canova. Galería Borghese, Roma




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"LO SALVAJE EN CAUTIVIDAD", D. H. Lawrence



Cuando lo salvaje permanece en cautividad
mientras se mantiene en su propia pureza salvaje
no se reproducirá, se deprimirá, morirá.

Todos los hombres están cautivos,
cautivos de una actividad cautiva,
y los mejores no se reproducen, aunque no saben por qué.

La gran jaula de nuestra domesticidad
mata el sexo en el hombre, la simplicidad
del deseo está distorsionada y torcida.

Y así, con amarga perversidad,
rechinando contra la gran adversidad,
los jóvenes copulan, odian y quieren llorar.

El sexo es un estado de gracia.
En una jaula no puede tener lugar.
Rompe la jaula, comienza y prueba.

(D. H. Lawrence)

Pintura de Mary Jane Ansell

"PIEDAD DE SÍ MISMO", D. H. Lawrence


Nunca vi una cosa salvaje
tener piedad de sí misma.
Un pajarito puede caer congelado y muerto desde una rama
sin nunca haber sentido piedad de sí mismo.

(D. H. Lawrence)

Pintura de Gary Pruner

viernes, 5 de enero de 2018

"LAS ABARCAS DESIERTAS", Miguel Hernández



Por el cinco de enero,
cada enero ponía
mi calzado cabrero
a la ventana fría.

Y encontraban los días,
que derriban las puertas,
mis abarcas vacías,
mis abarcas desiertas.

Nunca tuve zapatos,
ni trajes, ni palabras:
siempre tuve regatos,
siempre penas y cabras.

Me vistió la pobreza,
me lamió el cuerpo el río,
y del pie a la cabeza
pasto fui del rocío.

Por el cinco de enero,
para el seis, yo quería
que fuera el mundo entero
una juguetería.

Y al andar la alborada
removiendo las huertas,
mis abarcas sin nada,
mis abarcas desiertas.

Ningún rey coronado
tuvo pie, tuvo gana
para ver el calzado
de mi pobre ventana.

Toda gente de trono,
toda gente de botas
se rió con encono
de mis abarcas rotas.

Rabié de llanto, hasta
cubrir de sal mi piel,
por un mundo de pasta
y unos hombres de miel.

Por el cinco de enero,
de la majada mía
mi calzado cabrero
a la escarcha salía.

Y hacia el seis, mis miradas
hallaban en sus puertas
mis abarcas heladas,
mis abarcas desiertas.

(Miguel Hernández)

Ilustración: grabado del siglo XIX de una abarca menorquina