domingo, 14 de octubre de 2018

"ELLA", Mayte Llera (Dalianegra)


Con cierta frecuencia escribimos 
su nombre con saliva,
su nombre siempre cercano,
tan familiar 
como un latido
y a la vez 
tan ajeno 
como un confín remoto.

Sabemos de Ella
por propios y extraños,
sabemos, también, 
de su infame capacidad para la réplica.
Es mar y atmósfera,
la costa de nuestra isla.

Algunas veces
la notamos pegada a la piel
y nos lacera cuando 
quienes caen 
—bajo su siniestra y terca alquimia—
son aquellos que nos donaron el aliento
o aquellos a quienes aliento concedimos.

Pero en ningún caso,
nunca, nunca, creemos 
que se abrirá paso entre las multitudes
y nos señalará 
con su dedo huesudo y franco
—en un día en que la ceniza
nublará soles y reliquias—,
dispersando la tropa de marañones
que nos escuda,
hincándonos el agudo filo de su quijada
y cerniendo sobre nosotros
su plumaje totémico
negro como la noche
y, como la noche cósmica, 
eterno.

En ningún caso,
nunca, nunca, creemos 
que nos llegará Ella.

Ella, que es nuestra legítima
y única patria.

(Mayte Llera, Dalianegra)

Pintura de Manuel Núñez

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"LOS AMOTINADOS", Alfredo Gangotena


¡Ah, risa loca!
¿Henos aquí tus compañeros
Ilustres en la ciudad de los políperos?
¡Dispara y modela la línea de nuestra muerte!
Anda, corre y toma entre los astros tu noble impulso.
¡La tierra para nosotros!  ¡Y en nuestra angustia
Más bien el cieno de los cerdos
Que el hueso que flota
Como leño podrido del alud!
Escucha cómo, avarienta, la oreja ronca,
Encenegada, después de los calados.
Pero cuídate, sostén de nuestro amor:
Los perros que te rodean
Sabremos allanar los caos y los letargos.
¡Ya la uña se aguza en el viento de altamar!

El cinto y el carbúnculo en la muchedumbre,
¡El anillo constrictor para extenuarte!
Basta de palabras de embrujo
Y del filtro que extraemos de nosotros mismos.
¡Ah! ¡Qué bien se vacía el odre de la sierpe
En el artificio de tus canciones!

(Alfredo Gangotena)

Traducción de Tolomeo Samaniego

Pintura: "El naufragio de Don Juan" (1839), Eugene Delacroix. Victoria and Albert Museum, Londres

"BEBIDA TURBIA", Alfredo Gangotena


A Henry Michaux

Escucho tus ondas, inefable noche, tu soplo, oh reina del sueño, en mi urbe.
La oda comienza: que muja en mí la imprenta.
¡Funde este orden, ácido rojo del estío!
Y que yo palpe las verdes ancas de la pradera.

La imagen del Espíritu Santo se inflama detrás de las vidrieras;
Sus bordadas alas de amor penden de las extremidades del dintel,
Y las umbelíferas sombras de miel se abrasan y me penetran,
Sus sombras ardientes y jadeantes en torno de las flores: pentecostés de mis padres.

¡Rocas, como esos frutos
Madurad, rocas bajo la luna,
En las salivas del año!
Ah los paisajes de mi grandeza.
Y más blancas que todas las nieves,
Que el iris del moribundo,
En los hontanares del limpio cielo, mis sienes palpitan.
Sudor de las lacas, plenitud de los poros.
Estoy prendido a los muros del antro como las lágrimas de las madréporas.

Semejante al gallo en su demencia planetaria,
Estoy poseído por la sibilina diestra de yeso.
¡Oh palabra en el olvido,
Astro del desierto, alumbra mi desnudez!
Deja al agua celeste de tus ramas extenderse y fulgurar
Sobre el paisaje de un solitario.

El verde grito del sapo se torna líquido en mi alma.
Y como el topo
Que mira las bóvedas de la tierra,
La frase, urgente misiva, desgarra su envoltura.

Ambulo ciego y busco los treinta y tres clavos sobre el piso;
El alfabeto del bosque me restituye las palabras sonoras, ya pronunciadas.
¡Os ruego!
Miembros de la aventura, modelad el limo de nuestro semblante.
Los párpados se ahuyentan, el cielo se construye.
Súbita virgen, ¿eres tú como el océano
Que resplandece de pronto en este abismo de ceguera?

En tanto que se eternizan, en la encarnada espera de mi sangre,
El clamor, el estrépito y la velada voraz de las chinches,
¡Levantáos, espadas, en la plata de vuestra fuerza,
Y arrancadme de este horno!
¡Desgarradme, uñas, esta corteza y estas membranas tan pesadas de sueño!

Las aristas del sílex, la cal y el follaje de las rocas
Se enarbolan en mis ojos.
Bajo el peso y el sonido de tu presencia,
Los muros de mi guarida se yerguen en las raíces de la tormenta,
¡Fértil estrato de la noche!
Y mi sombra se regodea en la soledad de tus muros.

Se ciñen las llamas de las cortinas a las cañas de mis arterias;
¡No es el nimbo sino la huella del duro casco!
Aprestaos a descender, tan lúcidos como el aire del cielo, a mecerme, pájaros;
A fin de que mi corazón en gozo recuerde la frescura de las aguas.

Pero, oh Lázaro, ¿quién mojará mis labios en estos parajes?
¡Quién de este mundo podrá morder la maleza de mi exilio?
El infortunio toma en mí las formas del continente;
¡Y el alma siniestra de fango
Macula el templo y las sedas eucarísticas de su asilo!

(Alfredo Gangotena)

Traducción de Gonzalo Escudero

Pintura: "Café Terrace" (1888), Vincent van Gogh

"EL AGUA", Alfredo Gangotena


Navegante,
¡Almendra del navío!
La mirada acorralada por tantos brillos,
Amianto y témpanos vivos de la estrella polar.
El arco metálico arranca de las ramas astrales
El lino de las cataratas.
¡El hielo de las cabezas sobre la esfera
Que sonará una voz sin nombre!

¡Bah, la luna en su plenitud!
El asalto guerrero de las llamas
Que me libra de la sima de espuma
Y de las jaulas de plata.
La campana gotea, ¡ay! en la clepsidra:
En mí las sílabas del otro, virtuales y explosivas.
Presa total de las bocas de la hidra,
Rueda también mi hermano hacia el pantano del Atlante.
Con la sola resaca de la orilla liminar
¡Cuán lejana es la osadía del corsario!
La fauna brota cardinal y ampulosa:
¡La manada salvaje
del Maelstrom!
¡Yo me abrazo al mástil como un retoño!

(Alfredo Gangotena)

Traducción de Tolomeo Samaniego

Pintura: "Lago Keitele" (1919), Akseli Gallen-Kallela

domingo, 26 de agosto de 2018

"LA IGLESIA DE SANT’IVO ALLA SAPIENZA (ROMA)", Mayte Llera (Dalianegra)


Estrella de David
que envuelve aire de porcelana.

Lirio
que el cielo toca:
seis pétalos de nieve
ornados con cadenas de luceros.

Pilastras acanaladas y capiteles corintios;
alados querubines.

Concierto de aristas y curvas:
voluptuosa anatomía de quimera.

Los Chigi, los Barberini, los Della Rovere…

Borromini
trazando la espiral de una Torre de Babel.

(Mayte Llera, Dalianegra)

Fotografías de la iglesia de Sant'Ivo alla Sapienza, en Roma, 
obra maestra del arquitecto Francesco Borromini, erigida entre 1642 y 1660

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"AGONÍAS DE UN CARIBÚ", Alfredo Gangotena


Bajo el paso incierto y vegetal de angustia,
Levanto el polvo de la nada.
Toda pupila emerge
En esta soledad suspensa,
Toda concentración oscura,
En violencia tal
De hacinamiento y llama pura entre las rocas.

La luna atenta y circundada
A su vez aclara
Aquel espacio de su prenda
Fluente y nemoroso.
Atormentados cascos van a mengua
Redoblando el eco
En mil contornos de la estéril claridad polar.

Único en sí repercute el gemido entre la fronda
De un balido incauto.
Ventajas cruentas de la selva:
Desvalidos pasos del garañón herido
Que ya en las turbias aguas del escajo su condición aplaca
Su pesar consume.
Yacentes ojos a su propia luz ocultos
Bajo el ámbito nocturno de este vuelo.

Ver adentro, el cazador también escucha
El retiro alado de tanta lejanía inclusa.
Y en murmullos que la brisa asume, cuanto más cercanos, se acrecienta el rocío de las fieras.

A aquellas cuencas vuelvo, al conjunto aquél,
Saturado y tenso,
De fragancia y brotes.
Los continuos árboles
De vertical sustento, de fiero embate,
Allí persisten
Como la postrera vibración del aire.

Tantas voces en el eco. ¡Oh luna te reflejas en mi mente!
Como el ave en las alturas de su vuelo contenida,
Tan solo aún, noche mía, voy en ti, tan duro de distancias.
La pradera de tierno espacio en tanto me recibe,
Que en jugos desbordantes de los aires resplandece.

¿Mas, volverá el sedeño pasto
a brotar de luces?
De lo remoto el ciervo acude
A tal empeño de este clamor vedado.

(Alfredo Gangotena)

Pintura: "Indios cazando un caribú" (1860), Cornelius David Krieghoff. Art Gallery of Ontario, Canada

Mis poetas favoritos: ALFREDO GANGOTENA

Alfredo Gangotena fue un poeta lírico y simbolista, que escribió en francés y en español, nacido en Quito, Ecuador, el 19 de abril de 1904. Fue hijo de Carlos Gangotena Álvarez y de Hortensia Fernández-Salvador Chiriboga,  ricos terratenientes de la provincia de Pichincha.

Acababa de terminar sus primeros estudios cuando su padre murió repentinamente, por lo que en 1917 viajó con su madre a radicarse en París, donde continuó sus estudios en los liceos Michelet y Duvignon de Larnou, hasta obtener su bachillerato. Posteriormente ingresó en la Ecole de Mines, donde continuó estudios superiores hasta graduarse como Ingeniero de Minas.

Allí, en París, tuvo la oportunidad de juntarse con el chileno Vicente Huidobro, con el peruano César Vallejo y con su paisano, César Carre­ra Andrade, con quienes formó parte de ese grupo de poetas latinoamericanos que vivieron en París y escribieron en francés a principios del siglo XX.

Gangotena dominó el francés, tan extraordinariamente, que en 1922, cuando comenzó a publicar sus poemas en las revistas literarias más importantes de Francia, el pintor, escritor y poeta francés Max Jacob le escribió en los siguientes términos: “Usted ha tenido los dones del Espíritu Santo. Hace poco tiempo no sabía nada del francés y ahora ya quisieran muchos escritores de fama tener un uso tan mara­villoso como el suyo”.

Regresó a Quito en 1926 y durante poco tiempo fue profesor de la Universidad Central. Dos años más tarde publicó, bajo el título de “Orogenie”, su primer volumen de versos en francés, que fue recibido con hostilidad y silencio en los medios literarios ecuatorianos; pero con aplauso y elogio por parte de poetas, escritores y filósofos franceses.

Jean Cocteau le escribiría entonces: “Tiene usted genio… sabe cuánto le admiro… su Orogenie es una copa del cielo… sin la amistad de poetas como usted, respiro mal… No diga a nadie nuestros proyectos de Gloria…”

Poco tiempo después, hastiado de la vida que llevaba en Quito, y desterrado por los círculos intelectuales y culturales que lo aislaron y rechazaron, volvió a París para reunirse con su madre y hermanos, y donde, entre los poetas franceses que reconocían su exquisito talento, se sentía como en su propia casa y podía desarrollar la mayor riqueza de su capacidad.

Fue entonces que, gracias a su extraña y oscura sensibilidad de artista,  pudo hacer amistad con varios de los más extraordinarios intelectuales de esa época, como lo fueron Jean Cocteau, Max Jacob, Julles Superville y Henri Michaux.

Fruto de su inspiración, brotada bajo el influjo de Francia, son sus poemas “L’Homme de Truxillo”, “Poiere D’Angoisse” (Pera de Angustia), “Vaillée”, dedicado a Jean Cocteau, “B’Orage Secret” (La Tempestad Secreta), “Ansense”, poemario con 12 composiciones en francés publicado en 1932 y dos en español; “Chistóforus”, “Nuit”, este último publicado en 1938; etc.

Posteriormente volvió a Quito, donde murió el 23 de diciembre de 1944.

miércoles, 11 de julio de 2018

"CHE COMANDANTE", Nicolás Guillén




No porque hayas caído
tu luz es menos alta.
Un caballo de fuego
sostiene tu escultura guerrillera
entre el viento y las nubes de la Sierra.
No por callado eres silencio.
Y no porque te quemen,
porque te disimulen bajo tierra,
porque te escondan
en cementerios, bosques, páramos,
van a impedir que te encontremos,
Che Comandante,
amigo.

Con sus dientes de júbilo
Norteamérica ríe. Mas de pronto
revuélvese en su lecho
de dólares. Se le cuaja
la risa en una máscara,
y tu gran cuerpo de metal
sube, se disemina
en las guerrillas como tábanos,
y tu ancho nombre herido por soldados
ilumina la noche americana
como una estrella súbita, caída
en medio de una orgía.
Tú lo sabías, Guevara,
pero no lo dijiste por modestia,
por no hablar de ti mismo,
Che Comandante,
amigo.

Estás en todas partes. En el indio
hecho de sueño y cobre. Y en el negro
revuelto en espumosa muchedumbre,
y en el ser petrolero y salitrero,
y en el terrible desamparo
de la banana, y en la gran pampa de las pieles,
y en el azúcar y en la sal y en los cafetos,
tú, móvil estatua de tu sangre como te derribaron,
vivo, como no te querían,
Che Comandante,
amigo.

Cuba te sabe de memoria. Rostro
de barbas que clarean. Y marfil
y aceituna en la piel de santo joven.
Firme la voz que ordena sin mandar,
que manda compañera, ordena amiga,
tierna y dura de jefe camarada.
Te vemos cada día ministro,
cada día soldado, cada día
gente llana y difícil
cada día.
Y puro como un niño
o como un hombre puro,
Che Comandante,
amigo.

Pasas en tu descolorido, roto, agujereado traje de campaña.
El de la selva, como antes
fue el de la Sierra. Semidesnudo
el poderoso pecho de fusil y palabra,
de ardiente vendaval y lenta rosa.
No hay descanso.
¡Salud, Guevara!
O mejor todavía desde el hondón americano:
Espéranos. Partiremos contigo. Queremos
morir para vivir como tú has muerto,
para vivir como tú vives,
Che Comandante,
amigo.

(Nicolás Guillén)

 Pintura: "Che Guevara", Françoise Nielly


martes, 5 de junio de 2018

"CAMINOS", Mayte Llera (Dalianegra)


Nuestros pies desbrozan la maleza
que oculta los senderos:
hierbas orgullosas del peregrinaje de sus tallos,
juncos que cimbrean y golpean
y son látigos.

Haciéndonos al suelo,
a la aridez que resquebraja el barro
y hunde sus voraces dientes
en las grietas,
o a la arena que cabalga
los lomos murmurantes de las dunas,
abrimos los caminos.

Caminos hay
trazados a cartabón y escuadra
—rectos hasta en los ángulos—
y son insípidos como lluvia.

Otros se retuercen
—jugándose el concubinato con pericia—
y son dragones lascivos.

Caminos hay
bífidos como lengua de serpiente,
obligándonos a elegir
entre dos bornes.

Otros solo tienen un sentido
y son flechas volando hacia la muerte.


(Mayte Llera, Dalianegra)

Pintura: "Les Alyscamps" (1888), Vincent van Gogh

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" Y ES AHORA Y NO NUNCA...", Rosana Acquaroni



Y es ahora y no nunca
        precisamente siempre,
cuando el náufrago desciende sin memoria
preguntando preguntándose
refrescando el olvido
            de esa herida reciente
que no sangra ni alumbra.
Manantiales de humo.
Pactemos la mentira amenazante
            que mana del recuerdo.
La verdad será siempre
una eterna mentira.

Aprendamos a ser más allá de nosotros.

(Rosana Acquaroni)

Pintura: "El náufrago" (1815), Asensio Julià, Museo Bellas Artes. Valencia

"MÁQUINA TEMERARIA", Rosana Acquaroni


Máquina temeraria.
Yo soy la que comienza a no existir.
Mientras ella
se preña
se atraganta
con mis escritos de la tarde.
Desordena
quiebra
despedaza
se adueña
sabe
que yo la escucho desde dentro.

(Rosana Acquaroni)

Pintura: "Celebes" (1921), Max Ernst. Tate Gallery, Londres

viernes, 11 de mayo de 2018

"EXPOLIO", Mayte Llera (Dalianegra)


Cantabas sobre la enramada
que me abría sus fulgores jugosos.
Cantabas y te creía un pájaro diminuto
de poderosa voz,
una avecilla dócil 
cuyo cuerpo se acomodaba felizmente 
en la palma de mi mano.

Creía entonces 
que tu canto pulía sus aristas para mí,
pero descubrí que poco a poco
ibas haciendo tuyos los pequeños tesoros
que guardaban mis cofres.
No había entre ellos diamantes
centelleando irisaciones,
ni rubíes incendiarios
ni esmeraldas resplandecientes
como selvas recónditas.
Contenían oropeles
que solo podían cobrarse las urracas,
e hiciste de esas bagatelas
un trino anhelante de loores.

Una lluvia fina llora
no tanto por lo expoliado
como por los embalajes rotos.

(Mayte Llera, Dalianegra)

Pintura: "La ladrona" (1900), Antonio Fabrés Costa. 
Museo Casa de los Tiros, Granada, España


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"EN ESA NOCHE PABLO...", Rosana Acquaroni


En esa noche Pablo
besó aquel cuerpo muerto muchas veces,
acarició sus muslos,
    los labios deshojados,
la ternura del sexo impracticable.

El vientre entumecido,
la gangrena incipiente apenas florecida,
el algodón del llanto,
la breve remembranza
de algún lunar dormido para siempre.

Sarcomadekaposi
precipita los cuencos enfermizos.

Tramos decrepitud,
rescoldos del amor,
    limaduras de frío.
Lámpara que entenebrece,
hurgando para siempre
en el desván de las heridas.

Las sienes astilladas
los párpados hinchados que enloquecen
después de la ceguera.

La sutura violácea que entraña el corazón a la deriva
—pequeñas incisiones—

La oscura luxación acaecida
                al final del dolor.

(Rosana Acquaroni)

De "Cartografía sin mundo", 1995

Pintura: "La muerte de Casagemas" (1901), Pablo Ruiz Picasso

Mis poetas favoritos: ROSANA ACQUARONI

Rosana Acquaroni Muñoz. Filóloga y poeta española, nacida en Madrid en 1964. Su temprana vocación literaria la llevó a cursar estudios de Filología Hispánica en la Universidad Complutense de Madrid, donde posteriormente ejerció la docencia en calidad de profesora de lengua española para extranjeros. Al tiempo que desarrollaba esta formación académica se fue adiestrando en el cultivo de la poesía, hasta llegar a convertirse en una las jóvenes poetas mejor consideradas por los lectores y críticos especializados. Fruto de este temprano y unánime reconocimiento han sido el accésit del prestigioso premio "Adonais" (1987), así como el primer premio de poesía "Cáceres, Patrimonio de la Humanidad" (1994).

Iniciada en el mundo de la poesía bajo la influencia de autores clásicos como Góngora y Garcilaso de la Vega, y de poetas contemporáneos como Gerardo Diego y Luis Rosales—, Rosana Acquaroni es autora de una obra poética compuesta por los siguientes títulos: Del mar bajo los puentes (Madrid: Rialp, 1988), El jardín navegable (Madrid: Torremozas, 1990) y Cartografía sin mundo (Cáceres: Ayuntamiento, 1995). Todos estos poemarios están fuertemente influidos por la presencia del psicoanálisis, cuyo descubrimiento constituyó un hito decisivo en la experiencia vital de la autora y, por ende, en el desarrollo de su andadura poética. Así, por ejemplo, su participación en el Taller de Escritura promovido por la Escuela de Psicoanálisis Grupo Cero, la acercó a la obra de poetas tan influyentes en la lírica actual como Huidobro, Baudelaire, Eliot, y Hölderlin.

Preocupada por la actual dicotomía entre poesía femenina y poesía masculina, Rosana Acquaroni se muestra interesada en indagar acerca de la existencia de voces poéticas de uno u otro género, con independencia del sexo del autor a quien correspondan. Pero en su creación lírica siempre asoma una visión del mundo señaladamente femenina, a veces matizada por un acento de acusado alcance erótico: "Desbroza con su báculo la zarza de mi vientre. / Le place entretenerse / excomulgar cinturas y escribirme los muslos / con su lengua vernácula" (de Cartografía sin mundo).

FUENTE: texto extraído de "www.mcnbiografias.com"

domingo, 22 de abril de 2018

"PENÉLOPE", Mayte Llera (Dalianegra)


Horas antes, la risa,
el júbilo,
la alegría pueril
por cualquier nimia circunstancia.

Pero cuando los ojos
ciernen sus velos,
un telón descuelga las lindes.

Recuerdos turbios,
presagios de mal agüero. 

La luna
es una paciente Penélope
tejiendo su telaraña.

(Mayte Llera, Dalianegra)

Pintura: "The Nightmare" (La pesadilla), Johann Heinrich Füssli, 1781. Detroit Institute of Arts, Detroit, Estados Unidos

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"EL AMOR", Eugénio de Andrade


Estoy amándote como el frío
corta los labios.

Arrancando la raíz
a lo más diminuto de tus ríos.

Inundándote de dagas
de saliva esperma lumbre.

Estoy rodeado de agujas
tu boca más vulnerable.

Marcando en tus costados
el itinerario de la espuma.

Así es el amor: mortal y navegable.

(Eugénio de Andrade)

Traducción de Alberto Ruy Sánchez

Pintura: "Deseo de caer" (2013), Azamat Kuliev

"LA PULSACIÓN DE LAS SÍLABAS", Eugénio de Andrade


Él amaba la pulsación de las sílabas,
algunos acentos. Cuarta, octava, décima.
Buscaba en ella lo que no sabía,
lo que nunca supo o sospechara:
un sentido, la señal de la gracia, el frágil
hilo que condujese a la vida,
tan acá del deseo de vivirla.
Cuánta melancolía, cuánta incertidumbre
fue siempre la suya en lo que hacía,
allá donde el cuerpo se hace alma
o el alma se hace cuerpo —¿cómo saberlo?
El tiempo casi nada le enseñó,
pero proseguía, insatisfecho
o inseguro, que ni eso sabía.
Entre impulsos, crispaciones, reticencias,
perseguía el ritmo de la música más suya
con el mismo empeño que lo que fuera antes
pura delicia, caricia breve. Sólo la mano
no había cambiado —siempre tan leve.

(Eugénio de Andrade)

Pintura: "El poeta pobre" (1839), Carl Spitzweg, Neue Pinakothek, Munich, Alemania

sábado, 17 de marzo de 2018

"LA COPA DORADA", Mayte Llera (Dalianegra)


El cielo
—de un azul tan profundo como el mar—,
la copa dorada del día,
la moneda tintineante de la risa son 
lo que a la postre 
nos queda;

la migaja cotidiana
que nos obliga 
a mendigar una jornada más.

(Mayte Llera, Dalianegra)

Pintura: “The golden bowl” (La copa dorada), 1956, Frank Cadogan Cowper 


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"CASTILLA", Manuel Machado


El ciego sol se estrella
en las duras aristas de las armas;
llaga la luz los petos y espaldares
y flamea en las puntas de las lanzas.

El ciego sol, la sed y la fatiga.
Por la terrible estepa castellana,
el destierro, con doce de los suyos
—polvo, sudor y hierro—, el Cid cabalga.

Cerrado está el mesón a piedra y lodo...
Nadie responde. Al pomo de la espada
y al cuento de las picas el postigo
va a ceder... ¡Quema el sol, el aire abrasa!

A los terribles golpes,
de eco ronco, una voz pura, de plata
y de cristal responde... Hay una niña

muy débil y muy blanca
en el umbral. Es toda
ojos azules, y en los ojos lágrimas.

Oro pálido nimba
su carita curiosa y asustada.
—“Buen Cid, pasad...! El rey nos dará muerte,
arruinará la casa,

y sembrará de sal el pobre campo
que mi padre trabaja...
Idos. El cielo os colme de venturas...
¡En nuestro mal, oh Cid, no ganáis nada!”

Calla la niña y llora sin gemido...
Un sollozo infantil cruza la escuadra
de feroces guerreros,
y una voz inflexible grita: “¡En marcha!”

El ciego sol, la sed y la fatiga.
Por la terrible estepa castellana,
al destierro, con doce de los suyos
—polvo, sudor y hierro—, el Cid cabalga.

(Manuel Machado)

Ilustración: "El Cid" (grabado, aguafuerte) Salvador Dalí (1968)

martes, 20 de febrero de 2018

"EL RÍO DE LA VIDA", Mayte Llera (Dalianegra)


Entre guijarros 
canta el río de la vida,
gorjea alegre 
y sus aguas despliegan alas de pájaro,
plumas líquidas 
entre el verdor agudo de la primavera.

Bisbisea en la canícula
con voz serena,
corean su salmodia
batracios y cigarras.

En el otoño
entona un aria, 
arrastrando en su boca la hojarasca seca.

Y en el invierno
el caudal desborda
su fría vena.
Ya no recuerda
las mañanas tibias, 
las tardes cálidas.
Ruge tembloroso
antes de encontrar la sal.

(Mayte Llera, "Dalianegra")

Pintura: "Violette de Toulouse", Constantin Font (1890 - 1954)

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"EN UN LUGAR AL SUR...", Eugénio de Andrade


Es un lugar al sur, un lugar donde
la cal
amotinada desafia el mirar.
Donde viviste. Donde a veces en sueños
vives aún. El nombre empapado de agua
te escurre de la boca.
Por caminos de cabras descendías
a la playa, el mar batía

en aquellas piedras, en estas sílabas.
Los ojos se perdían ahogados
en el fulgor
del último o del primer día.

Era la perfección.

(Traducción de Aníbal Núñez)

Eugénio de Andrade

Pintura: "Clotilde y Elena en las rocas de Javea" (1905), Joaquín Sorolla y Bastida

"BLANCO EN LO BLANCO", Eugénio de Andrade


Haz una llave, aunque sea pequeña,
entra en la casa.
Consiente en la dulzura, ten piedad
de la materia de los sueños y de las aves.

Invoca el fuego, la claridad, la música
de los flancos.
No digas piedra, di ventana.
No seas como la sombra.

Di hombre, di niño, di estrella.
Repite las sílabas
donde la luz es feliz y se demora,

vuelve a decir: hombre, mujer, niño.
Donde la belleza es más nueva.

(Traducción de Aníbal Núñez)

Eugénio de Andrade

Pintura de Eugeni Balakshin  

lunes, 19 de febrero de 2018

Mis poetas favoritos: EUGÉNIO DE ANDRADE

Eugénio Andrade o Eugénio de Andrade, seudónimo de José Fontinhas (Póvoa de Atalaia, Beira Baixa, 19 de enero de 1923 - Oporto, 13 de junio de 2005) fue un poeta, prosista y traductor portugués.

Nacido en el seno de una familia campesina, heredó de ésta el desprecio por el lujo y la degradación que producen sobre la persona. Soy hijo de campesinos —declaraba, a modo de consigna— y eso que le hizo aprender que pocas cosas había absolutamente necesarias. Acaso esas mismas cosas que sus versos amaron y exaltaron desde sus más tempranos poemarios. Tal vez por ello alzó su voz para renombrar la tierra, el agua, la luz, el viento... que se consustanciaron para dar cuerpo a buena parte de la carne de sus versos. 

Ex funcionario público, con influencias de la cultura griega y oriental, de una profunda cultura literaria y excelente conocedor de la poesía española, se dio a conocer como escritor en 1942 con su libro de versos Adolescente, y algunos años después alcanzó notoriedad con Las manos y los Frutos, de 1948, considerado uno de los libros más importantes de la literatura portuguesa actual. Defendió la exactitud del lenguaje y no le interesaron nunca el dinero y la fama.

miércoles, 10 de enero de 2018

"PAULINE BORGHESE BUONAPARTE", Mayte Llera (Dalianegra)


Hay jaspes y mármoles 
ornando paredes, 
y frisos y grecas, 
pilastras, columnas, 
vetas verdes, ocres, 
azules, rojizas, 
y tú recostada, 
Venus victoriosa. 

Hay cuerpos desnudos 
en torno a tu lecho; 
son de helada piedra, 
son dioses sin alma. 

Tu piel y tu carne 
son nieve que enciende 
la hoguera de Eros. 
Con esa manzana 
sujeta tu mano 
el premio a tu fuego. 

(Mayte Llera, “Dalianegra”)

Fotografías de la estatua-retrato de Paulina Borghese Bonaparte como Venus Victrix, de Antonio Canova. Galería Borghese, Roma




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"LO SALVAJE EN CAUTIVIDAD", D. H. Lawrence



Cuando lo salvaje permanece en cautividad
mientras se mantiene en su propia pureza salvaje
no se reproducirá, se deprimirá, morirá.

Todos los hombres están cautivos,
cautivos de una actividad cautiva,
y los mejores no se reproducen, aunque no saben por qué.

La gran jaula de nuestra domesticidad
mata el sexo en el hombre, la simplicidad
del deseo está distorsionada y torcida.

Y así, con amarga perversidad,
rechinando contra la gran adversidad,
los jóvenes copulan, odian y quieren llorar.

El sexo es un estado de gracia.
En una jaula no puede tener lugar.
Rompe la jaula, comienza y prueba.

(D. H. Lawrence)

Pintura de Mary Jane Ansell

"PIEDAD DE SÍ MISMO", D. H. Lawrence


Nunca vi una cosa salvaje
tener piedad de sí misma.
Un pajarito puede caer congelado y muerto desde una rama
sin nunca haber sentido piedad de sí mismo.

(D. H. Lawrence)

Pintura de Gary Pruner

viernes, 5 de enero de 2018

"LAS ABARCAS DESIERTAS", Miguel Hernández



Por el cinco de enero,
cada enero ponía
mi calzado cabrero
a la ventana fría.

Y encontraban los días,
que derriban las puertas,
mis abarcas vacías,
mis abarcas desiertas.

Nunca tuve zapatos,
ni trajes, ni palabras:
siempre tuve regatos,
siempre penas y cabras.

Me vistió la pobreza,
me lamió el cuerpo el río,
y del pie a la cabeza
pasto fui del rocío.

Por el cinco de enero,
para el seis, yo quería
que fuera el mundo entero
una juguetería.

Y al andar la alborada
removiendo las huertas,
mis abarcas sin nada,
mis abarcas desiertas.

Ningún rey coronado
tuvo pie, tuvo gana
para ver el calzado
de mi pobre ventana.

Toda gente de trono,
toda gente de botas
se rió con encono
de mis abarcas rotas.

Rabié de llanto, hasta
cubrir de sal mi piel,
por un mundo de pasta
y unos hombres de miel.

Por el cinco de enero,
de la majada mía
mi calzado cabrero
a la escarcha salía.

Y hacia el seis, mis miradas
hallaban en sus puertas
mis abarcas heladas,
mis abarcas desiertas.

(Miguel Hernández)

Ilustración: grabado del siglo XIX de una abarca menorquina