viernes, 27 de diciembre de 2013

"COMO MERCURIO", Mayte Dalianegra

Te enamoraste,
y no te percataste
de su capacidad cerebral,
ni de la hermosura de sus rasgos,
ni de la armonía de sus músculos,
ni tan siquiera de la bondad
que de su corazón dimanaba.

El amor no es un agrimensor,
es solamente
- como Mercurio -
el mensajero de los dioses.

Mayte Dalianegra.

Pintura: "El juicio de Paris" (1639), Peter Paul Rubens. Museo del Prado, Madrid.
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"ESTRELLA HORADA EL CIELO", Georges Bataille

Estrella horada el cielo
grita como la muerte
ahoga.

No quiero vivir
que dulce es ahogarme
la estrella que se eleva
está fría como una muerta.
 
 Georges Bataille.
 
Pintura de Sophie Ploeg.


"ERES EL HORROR DE LA NOCHE", Georges Bataille

Eres el horror de la noche
te amo como se agoniza
eres débil como la muerte

Te amo como se delira
sabes que mi cabeza muere
eres la inmensidad del miedo

Eres bella como matar
el corazón desmesurado me ahoga
tu viente está desnudo como la noche

Georges Bataille.

Pintura de Camil Giralt.

"CORIFEA", Georges Bataille

¡Oh, desventura! La sangre brota de mis senos
mi garganta se abre a la muerte con un fatal ronroneo...

Entrego mi vida a las sonrisas socarronas del placer:
en el olor embriagador del dinero.

Deja que una última atadura ciña a tus riñones el vestido pegajoso de la muerte.

Georges Bataille.

Pintura de Egon Shiele.

"VÉNDAME LOS OJOS", Georges Bataille

Véndame los ojos
amo la noche
mi corazón es negro.

Empújame a la noche
todo es falso
sufro.

El mundo huele a muerte
los pájaros vuelan con los ojos reventados
eres sombría como un cielo negro.

Georges Bataille.

Pintura de Vanni Saltarelli.

Mis poetas favoritos: GEORGES BATAILLE

Georges Bataille (Billom, 1901 - París, 1962). Novelista, poeta y ensayista francés, autor de una obra extensa y provocativa. Estudió en l´École des Chartes (1918 a 1922) y luego ingresó en la Escuela Superior de Estudios Hispánicos, en Madrid (1923 a 1924). Fue bibliotecario y medievalista en la Biblioteca Nacional de París (1924 a 1942), bibliotecario en Carpentras (1949 a 1951) y director de la Biblioteca Municipal de Orleans (1951 a 1962). Participó en actividades de los grupos surrealistas hasta su ruptura con A. Breton, en 1929, y dirigió las revistas Documents (1929-1930), Acéphale (1936-1937) y Critique (1946-1962).

Influido por su amigo Alfred Métraux, se interesó por la etnología, disciplina que lo inició en sus estudios sobre la religión y lo sagrado, bajo la inspiración antropológica de Marcel Mauss y la filosófica de Alexandre Kojéve. En 1937 fundó con M. Leiris y R. Caillois el Collège de Sociologie, con el objeto de analizar las manifestaciones de lo sagrado en la sociedad moderna.

jueves, 19 de diciembre de 2013

"SIN PERDÓN", Mayte Dalianegra

Los días no perdonan
el sutil terciopelo de las rosas,
y ni auxiliarlas puede
la húmeda caricia del rocío.

Así los años
tampoco perdonan
la tersura en nuestras pieles,
y nos marchitamos
- como las rosas –
y nos hacemos falibles
ante el incesante flujo del segundero.

Camina con nosotros
el sosias que vemos reflejado
en el espejo,
se nos parece tanto…
y en tanto se nos diferencia…
una sombra es de lo que ayer fuimos.

Caminan nuestros pies
sin atisbar su rumbo,
siguiendo los sinuosos trazados
de un destino que se bosqueja
a cada paso,
y que ninguna sibila descifra.

Caminamos descalzos
y desnudos,
despojados de tutelas
- al desamparo de tifones y tormentas -,
sin hallar nunca el perdón a nuestros errores,
y sin que nuestros errores jamás nos perdonen.

Mayte Dalianegra.

Pintura de Manuel Núñez.
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"DIBUJO CORPORAL", Ángel García López

Cuando me llegas con tu luz y ordeno la gran copa caliente,
tus cabellos, tu novia mano de lebrel.
Y acuesto la carne junto a ti,
dejado el ventanal con sol, todo el silencio en sombra.
Y se deslumbra el aposento de un túnel sin color.
O bien tus dedos, arando mis mejillas con su lento
peregrinar -mirándome por dentro como al olor-
van a pastar sus ciervos en el pómulo,
alertan nómadas del corazón.
Sí, oculto, llega el sueño a sazonarse con el lugar y,
hondero, hace oficio del párpado con gesto de tórtola.
Y te duermes, y un almendro florece en ti.
Si luego, ya
despiertos,
te miro y nace el aire, abre un espejo de mocedad,
se sana el rostro enfermo de la sábana.
Y, dócil, quema el trébol del labio su poder,
se entrega al fuego la juventud.
Y si, después, volvemos, tal un jardín,
a contemplar el cielo con pájaros. Y cantas.
Y en el cuello sopla el alisio su esplendor, el cierzo
mueve la alcoba, anida así un jilguero, otra vez en tu mano.
Y ve el estruendo devastarse ciudades de piel, pueblos del tacto,
sitios nobles y, a lo lejos, arde un pinar,
entonces sé qué cuerpo aventajado es mi vivienda,
el centro del amor. Y te amo.
Y sé del reino donde tengo mi exilio. Y mi alimento.

Ángel García López.

Pintura de Girodet Trioson.

"YA NO ERAS TÚ", Mayte Dalianegra

Estabas en la urna
de un museo,
ovillado ante un dolor
incomprensible;
tampoco comprendía
mi mirada, recorriendo
de tus patas a tu hocico.

Ya no eras tú,
ya no eras aquél
que se retorcía
bajo el telúrico fuego,
ya no eran tus huesos,
ni el pelaje,
corto y lustroso,
que un día
mano humana acariciara.

Sólo un recuerdo
vaciado en yeso eras,
un recuerdo prendido
en esa línea temporal,
que trueca en remoto aquello
que antiguo es solamente.

Ya no eras tú,
fiel guardián
del patrimonio ajeno,
abandonado al designio
de los hados,
para cumplir tan cruel
misión postrera.

No llores tu abandono,
perrillo pompeyano
- sufriste el mismo sino
que los demás esclavos -,
ya tienes nueva casa,
y nuevos dueños tienes,
aunque ahora, no seas tú.

Mayte Dalianegra.

Ilustración: fotografía de mi autoría,  de un calco de yeso del perro hallado en la Casa de Orfeo o de Vesonius Primus, en Pompeya. Museo de Boscoreale, provincia de Nápoles.
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"DE CUANDO NOS NEVABA Y TE REÍAS", Ángel García López

Llueve la nieve y llueve en tu mirada.
La nieve nieva y llueve tan deshora,
que a tus ojos, tan negros, los decora
de una pequeña ruta de nevada.

Está nevando nieve enamorada.
La nieve por tus ojos se enamora
nevando tu mirar, que nieva y llora
la aurora del nevero deshojada.

Te ha nevado la voz, y, de repente,
tu risa abre a la tarde la alegría
saltando de tu boca como un copo.

Me has lanzado una bola hacia la frente.
Y ha vuelto a sonreír tu niñería
mientras beso tu risa y te la arropo.

Ángel García López.

Pintura de Eugeni Balakshin.

"LAS MUJERES COMO YO", Mayte Dalianegra

Las mujeres como yo
no son de gélida escarcha,
nosotras fuimos forjadas
entre lava vesubiana.

Las mujeres como yo
no son de resina antigua,
ni de espejo veneciano,
nosotras somos pavesas
de ese fuego que el crisol
del tiempo futuro inflama.

Las mujeres como yo,
a menudo se equivocan,
y se enamoran de alguien
que vale menos que nada;
pero cuando eso sucede,
nos resarcimos en brazos
de quien valore el amor
que emane de un corazón
honesto, sincero y puro.

Mayte Dalianegra

Pintura: “Hebe”, Carolus Duran (1837 – 1927). Palacio de las Bellas Artes de Lille, Francia
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"CONTIGO A LAS ORILLAS DEL ATLÁNTICO", Ángel García López

Amor, contigo sólo y con la ola
en risa nueva y prisa apresurada.
Que tu boca me aloca, desbocada,
con bocados de mar y caracola.

Amor, ¿estoy contigo a solas, o la
luna cambia mi sombra desvelada?
¿O es tu boca la poca, la tasada
punzada que me toca y que me inmola?

¡Oh, cuánto mar, amor, diese, daría,
si beso el vaso, el cántaro suave
de la boca que libo y que me aboco!

Si llego, llaga amante, a la bahía
del claro faro que remonta el ave
tu mucho pico que besando es poco.

Ángel García López

Pintura:"Joven en la playa", Domingo Álvarez Gómez

"LLEGA EL OTOÑO", Mayte Dalianegra

Llega el otoño,
con su voz cobriza,
consumiendo las hojas
en las arboledas.

Llegan las luces pálidas,
los breves atardeceres
de plata y de oro,
los vientos que amenazan,
con furia tan siniestra
como obstinada,
las lágrimas —ya no furtivas—
de la lluvia fría,
y el corazón que late,
lamiendo con codicia
la fronda de perdidas primaveras.

Añoro los hijos que no tuve
y, por añorar,
hasta los paraísos
que nunca vieron mis ojos
y que posiblemente ya nunca verán.

Añoro también las margaritas,
siempre risueñas,
desbordadas de inocencia,
la lozanía de las rosas
—desnudas ahora de pétalos—,
y el perfume ambiguo
del heno
que niquela la luna estival.

Llega el otoño,
vistiendo de plomo las mañanas
y abriendo la puerta
a la esperanza de un futuro verdor.

(Mayte Llera,  Dalianegra)

Pintura: “Abetos rojos en otoño” (1889), Vincent Van Gogh. Museo Kröller Müller, Otterlo, Holanda
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"BESARTE NO ES AMOR, ES IRTE OLIENDO...", Ángel García López

Besarte no es amor, es irte oliendo
    igual que huele el macho a su collera;
    es saberte paloma mensajera
    al gavilán las alas abatiendo.

    Besarte no es amor, es ir pidiendo
    besana donde hundir mi sementera;
    es ser igual que el toro en la pradera
    huyendo de la hembra y embistiendo.

    Igual que el ciervo oculta el baluarte
    donde el celo resiste y le reclama,
    así mi boca llega hasta tu boca.

    Porque besarte entonces, no es besarte.
    Es dejar en los labios la proclama
    donde la sangre asusta de tan loca.

  Ángel García López.

 Pintura:  "The wooing of Daphnis" ("El cortejo de Dafne"), Arthur Lemon.


Mis poetas favoritos: ÁNGEL GARCÍA LÓPEZ

Ángel García López (Rota,  Cádiz, 1935) es un poeta español contemporáneo, premiado con el “Premio Nacional de Poesía” en 1973. También consiguió el premio “Adonais” en 1969,  por “A flor de piel”.

Otros premios obtenidos  por su buen hacer poético, fueron el “Nacional de la Crítica” en 1978, el “Hispanoamericano Juan Ramón Jiménez”  en 1988,  el “Premio Internacional Ciudad de Melilla”  en 1991, el “Francisco de Quevedo”  en 1995, el “Ciudad de Salamanca” en 1998, y el “Generación del 27” en 1999. También en el presente año, 2013, ha conseguido el “Premio Andalucía de la Crítica de Poesía”, por su poemario “Posdata”.

Pertenece al "Grupo Poético del Sesenta". Su extensa obra contempla los más diversos géneros y se caracteriza por una bella forma clásica y ortodoxa. Destaca ésta por el rigor formal y la investigación de los aspectos rítmicos y lingüísticos. Muchos de sus poemas se encuentran traducidos a más de seis idiomas.

Sus poemarios son: “Emilia es la canción” (1963), “Tierra de nadie” (1968), “A flor de piel” (1969), “Retrato respirable en un desván” (1973), “Mester Andalusí” (1977), “Trasmundo” (1980), “De latrocinios y virginidades” (1984),  “Pervesificaciones” (1990),  “Territorios del puma” (1991), y “Posdata” (2012).

lunes, 9 de diciembre de 2013

"VUELVO", Mayte Dalianegra

Mi corazón
es un enfebrecido bailarín
ejecutando una danza
que me lleva de las tinieblas
a una luz cegadora
que desciende en espiral.

Vengo de un infierno de oscuridades,
allí yace un guerrero
decapitado por mis manos
con el filo de su propia espada.

Los inertes labios de ese Holofernes
—en su rictus letal—
parecen decirme:
“No vuelvas, no vuelvas nunca más,
ya no podré invadirte las entrañas,
ya no tremolarán los pendones bermejos
al aire de tus sueños nocturnos.
La pasión ha muerto”.

Ahora veo la luz,
es cálida y límpida como la vida
a cuya ribera me abismo.
Vengo desde la orilla de la misma muerte
y respondo sin dudar:
“Vuelvo, pues la pasión aún me habita”.

(Mayte Llera, Dalianegra)

Pintura: “Judith con la cabeza de Holofernes”, Alexey Golovin

Música: "My one and only love", Art Tatum & Ben Webster 


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"AMPARO-EZBÁ", Gabriel Celaya

(A Amparo Gastón).

Indecisa y cambiante, ¿eres amor o muerte?
¡Ay, ven, Amparo-Ezbá, que te estoy esperando!
Es la palpitación de origen quien podría
acogerte, y besarte, y ofrecerte un refugio
caliente de jazz-hot y trances convulsivos
como, cuando bailando, se pierde la conciencia.
Ven tú, amorosa, ven como la noche crece,
deseo sin objeto, tú que eres el no-objeto
y el placer imposible que en el límite busca
infinitudes ciegas. ¡Ay, no-tú, Ezbá, no-sí,
sí, ven, Ezbá, indecisa, transparente, inasible,
temblorosa de luces, soñadora, engañosa,
tú, tejido del iris, centelleo, sonrisa
hasta mi dulce llanto y a esos gritos salvajes
que no son el amor, o sí son, o al no ser
te llaman desde el centro del tornasol nocturno,
tiránica, traviesa, fascinante, escapada,
y niña, y absorbente como un vórtice suave,
y riendo, riendo, mortal como un pecado
que no existe mas haces con tu burla que exista,
tan cruel, encantadora, pasajera, incitante,
que líquida, impalpable, movimiento sin móvil,
descubres, deshuesada, la santa realidad!
Entonces flota el mundo casi feliz, dudoso,
y el recuerdo anochece lentísimo en la brisa.
Y tú, nunca creída, y tú, siempre sabida,
te ofreces para nada, te niegas para más,
como un antiguo ensalmo y un susurro al oído,
cuando ya todo duerme, y tú casi nos hablas,
o nos cantas, nos rezas, entonteces con nanas.
¡Oh tú, dime quién eres! ¡Oh Ezba, dime si existes!

Gabriel Celaya.

Pintura: "Abanico", Soledad Fernández.

"AMOR DE HOMBRE", Gabriel Celaya

Mi estricta voluntad, mi punta seca
que está domando en ella
oceánicas pasiones y rumores antiguos. El cauterio que aplico
a esa llaga amorosa que, sin forma, palpita.

Si hiero, mato, engendro.
(Su exánime sonrisa me conmueve y me excita.)
Si la acaricio, mido,
sujeto sus equívocos y todas
las suavidades sumas que a la nada convidan.

Hasta que al fin, en sangre,
en su sólo sí misma,
en mi ir traspasando mis propios sentimientos,
la obtengo, mato, muero.

Gabriel Celaya.

Pintura de Hamish Blakely.

jueves, 5 de diciembre de 2013

"AMAZONA HERIDA", Mayte Dalianegra

Antes de ti
libraba una guerra
con el nacimiento de cada alborada.

Llegaste
y aún portaba el yelmo mi testa,
aún mi mano asía el gladio,
aún mi boca profería marcial clamor.

Era amazona herida,
ya no podía mi brazo tensar el arco,
ya vacía se hallaba mi aljaba
de saetas y venablos.

Aquél que me desarmaba
con su altanera arrogancia,
araba de sal mi tierra
como si fuera Cartago.
Mas llegaste
(¡oh lenitivo bálsamo!)
y  para mis heridas fuiste candado,
dócil cerrojo forjado en mieles.

Antes de ti
era amazona herida.

Llegaste
y me pertrechaste
de irisadas y lumínicas auroras boreales,
llegaste
y mi otrora escudo guerrero,
ostenta la refulgente faz del sol naciente.

Mayte Dalianegra.

Pintura: "Amazona herida" (1903), Franz von Stuck.
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"LA VIDA NADA MÁS", Gabriel Celaya

La vida que murmura. La vida abierta.
La vida sonriente y siempre inquieta.
La vida que huye volviendo la cabeza,
tentadora o quizá, sólo niña traviesa.
La vida sin más. La vida ciega
que quiere ser vivida sin mayores consecuencias,
sin hacer aspavientos, sin históricas histerias,
sin dolores trascendentes ni alegrías triunfales,
ligera, sólo ligera, sencillamente bella
o lo que así solemos llamar en la tierra.

Gabriel Celaya.

Pintura de Eugeni Balakshin.

"ESPAÑA EN MARCHA", Gabriel Celaya

Nosotros somos quien somos.
¡Basta de Historia y de cuentos!
¡Allá los muertos! Que entierren como Dios manda a sus muertos.

Ni vivimos del pasado,
ni damos cuerda al recuerdo.
Somos, turbia y fresca, un agua que atropella sus comienzos.

Somos el ser que se crece.
Somos un río derecho.
Somos el golpe temible de un corazón no resuelto.

Somos bárbaros, sencillos.
Somos a muerte lo ibero
que aún nunca logró mostrarse puro, entero y verdadero.

De cuanto fue nos nutrimos,
transformándonos crecemos
y así somos quienes somos golpe a golpe y muerto a muerto.

¡A la calle! que ya es hora
de pasearnos a cuerpo
y mostrar que, pues vivimos, anunciamos algo nuevo.

No reniego de mi origen
pero digo que seremos
mucho más que lo sabido, los factores de un comienzo.

Españoles con futuro
y españoles que, por serlo,
aunque encarnan lo pasado no pueden darlo por bueno.

Recuerdo nuestros errores
con mala saña y buen viento.
Ira y luz, padre de España, vuelvo a arrancarte del sueño.

Vuelvo a decirte quién eres.
Vuelvo a pensarte, suspenso.
Vuelvo a luchar como importa y a empezar por lo que empiezo.

No quiero justificarte
como haría un leguleyo,
quisiera ser un poeta y escribir tu primer verso.

España mía, combate
que atormentas mis adentros,
para salvarme y salvarte, con amor te deletreo.

Gabriel Celaya.

Pintura: "La verdad" (1870), Jules Joseph Lefebvre.

Mis poetas favoritos: GABRIEL CELAYA

Gabriel Celaya (Seudónimo de Rafael Múgica Celaya; Hernani, 1911 - Madrid, 1991). Poeta español, uno de los más representativos de la poesía social de los cincuenta. Cursó el bachillerato en San Sebastián y la carrera de ingeniero industrial en Madrid. En esta última ciudad vivió en la Residencia de Estudiantes, experiencia que dejó en él un recuerdo imborrable. Sus primeras tentativas como poeta no fueron aceptadas en modo alguno por su familia, razón por la cual eligió escribir con seudónimo. Con este nombre, pues, apareció su primer libro de poemas: Marea del silencio (1935).

Su relación con su mujer, Amparo Gastón, fue decisiva a lo largo de su vida. En más de una ocasión, Celaya dijo de viva voz que todo cuanto era como poeta y persona a ella se lo debía. Otro encuentro que influyó en la pareja de escritores fue el conocimiento que trabaron con Jorge Semprún (a la sazón, Federico Sánchez), a través del cual ingresaron en las filas del Partido Comunista. Esa militancia llegó hasta el final de sus días y los marcó para siempre.

El año 1946 fue decisivo en el impulso vital y poético de Celaya. A partir de ese momento desplegó una actividad incesante: es el año en que aparece su ensayo erótico-simbólico Tentativas, y constituyó asimismo el momento a partir del cual dio conferencias, colaboró en la prensa, fundó con su mujer la colección de poesía Norte y tradujo obras de R. M. Rilke, A. Rimbaud, P. Eluard y otros.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

"SIESTA", Mayte Dalianegra


Dormito bajo el oro,
maleable y dúctil,
que baila su luz vespertina
en esta jornada invernal
cuya pupila languidece.

Dormito y te sueño
 —con los ojos cerrados,
con los ojos abiertos—
entre sábanas embebidas de lascivia,
narcotizada por el recuerdo de tu imagen
bidimensional, ejecutando,
con destreza de jaguar,
una danza de sinfonías verticales.

Así te sueño, regocijada
en la morfología de las rosas,
y confundo tu cuerpo con mi cuerpo,
tu mano con la mía,
tu aliento con el vaho que empaña
mis espejos.

Dormito y te sueño,
y ese confín remoto
donde tu corazón palpita,
puedo alcanzarlo ahora
con solo abrirme
a la cascada lujuriante de mis goces.

(Mayte Llera, Dalianegra)

Pintura: “Abanico”, Soledad Fernández

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Música: Somewhere only we know, Keane

lunes, 25 de noviembre de 2013

"LA HOGUERA", Mayte Llera, Dalianegra




La hoguera vibra,
se mueve,
danzan sus llamas y pavesas
al compás
de una música compuesta por el azar.

La hoguera arde
ebria de oxígeno,
se emborracha con el aire
mientras la leña alimenta sus pies,
perdurando hasta la agonía de sus rescoldos.

Después, como en la vida, solo quedan cenizas y humo.

(Mayte Llera, Dalianegra)

Pintura: "El gran incendio de Roma" (1785), Hubert Robert. Musee des Beaux-Arts Andre Malraux Le Havre, France

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"LADRONES", Pier Paolo Pasolini

Una vez regresado a tu madre
¿sentirás todavía
sobre los labios
los besos que te he dado como un ladrón?

¡Ah, ladrones los dos!
¿No estaba oscuro en el prado?
¿No robábamos a los chopos
la sombra en tu bolsa?

Los conejos se han quedado
sin hierba esta tarde,
y tus labios robados
besan la primera estrella...

Pier Paolo Pasolini.

(Versión de Delfina Muschietti).

Pintura de Camie Davis.

"VERSOS SUTILES COMO RAYAS DE LLUVIA", Pier Paolo Pasolini

Hay que condenar
severamente a quien
crea en los buenos sentimientos
y en la inocencia.

Hay que condenar
igual de severamente a quien
ame al subproletariado
carente de conciencia de clase.

Hay que condenar
con la máxima severidad
a quien escuche en sí mismo y exprese
los sentimientos oscuros y escandalosos.

Estas palabras de condena
han empezado a resonar
en el corazón de los Años Cincuenta
y han continuado hasta hoy.

Mientras tanto la inocencia,
que efectivamente existía,
ha empezado a perderse
en corrupciones, abjuraciones y neurosis.

Mientras tanto el subproletariado
que efectivamente existía,
ha acabado por convertirse
en una reserva de la pequeña burguesía.

Mientras tanto los sentimientos
que eran por su naturaleza oscuros
han sido atropellados
en la añoranza de las ocasiones perdidas.

Naturalmente, quien condenaba
no se dio cuenta de todo eso:
él continúa riéndose de la inocencia,
desinteresándose del subproletariado

y declarando los sentimientos reaccionarios.
Continúa yendo de casa
a la oficina de la oficina a casa,
o si no enseñando literatura:

es feliz por el progresismo
que le hace parecer sagrado
el deber enseñar a los domésticos
el alfabeto de las escuelas burguesas.

Es feliz por el laicismo
por lo que es más que natural
que los pobres tengan casa
coche y todo lo demás.

Es feliz por la racionalidad
que le hace practicar un antifascismo
gratificante y elegido,
y sobre todo muy popular.

Que todo esto sea banal
ni siquiera se le pasa por la cabeza:
en efecto, que sea así o que no sea así,
él nada se mete en el bolsillo.

Habla, aquí, un mísero e impotente Sócrates
que sabe pensar y no filosofar.
el cual tiene sin embargo el orgullo
no sólo de ser un entendido

(el más expuesto y descuidado)
en los cambios históricos, sino también
de estar directamente
y desesperadamente interesado en ellos. 
 
Pier Paolo Pasolini.

Pintura: "La lectura", Eduardo Úrculo.

"A ALGUNOS RADICALES", Pier Paolo Pasolini

El espíritu, la dignidad mundana,
el arribismo inteligente, la elegancia,
el traje a la inglesa y el chiste francés,
el juicio tanto más duro cuanto más liberal,
la sustitución de la razón por la piedad,
la vida como apuesta para perder como señores,
os han impedido saber quiénes sois:
conciencias siervas de la norma y del capital.

Pier Paolo Pasolini. 

Pintura: "Retrato del Dr. Boucard" (1929), Tamara de Lempicka.

"A LOS CRÍTICOS CATÓLICOS", Pier Paolo Pasolini

A menudo un poeta se acusa y se calumnia,
exagera, por amor, su propio desamor,
exagera, para castigarse, su propia ingenuidad,
es puritano y tierno, duro y alejandrino.
Es incluso demasiado agudo en los análisis de los signos
de las herencias, de las supervivencias:
tiene también un pudor excesivo en concederles
algo a la razón y a la esperanza.
Pues bien, ¡ay de él! ¡No hay un instante
de vacilación: basta con mencionarlo! 

Pier Paolo Pasolini.

Pintura: "Melancolía hermética" (1919), Giorgio de Chirico.

Mis poetas favoritos: PIER PAOLO PASOLINI

Pier Paolo Pasolini (Bolonia, 1922-Roma, 1975). Poeta, escritor y director cinematográfico italiano. Empezó a escribir poemas a los siete años de edad, y publicó por primera vez a los 19, mientras se encontraba estudiando en la Universidad de Bolonia.

Fue reclutado durante la Segunda Guerra Mundial; capturado por los alemanes, logró escapar. Al finalizar la guerra, se unió al Partido Comunista Italiano en Ferrara, pero fue expulsado dos años después a causa de su homosexualidad.

Influenciado por A. Gramsci, intentó sistematizar el hermetismo con el marxismo. Personalidad compleja y provocativa, en su faceta de escritor fue crítico, narrador y poeta, e intentó revalorizar lo popular como vehículo de expresión de la realidad. Son notables los ensayos Sobre la poesía dialectal (1947) y La poesía popular italiana (1960); las antologías Poesía dialectal del siglo XX (1955) y Antología de la poesía popular (1955); sus obras poéticas La mejor juventud (1954), Las cenizas de Gramsci (1957), La religión de mi tiempo (1961) y Poesía en forma de rosa (1961-1964); sus novelas Muchachos de la calle (1955), Una vida violenta (1959) y Mujeres de Roma (1960), y los dramas Orgía (1969) y Calderón (1973).

En 1961 inició su carrera cinematográfica, en la que defendió el lenguaje popular y la investigación abierta y adogmática de la realidad. En sus películas inserta escenas líricas con el más descarnado realismo, lo que convierte su obra en una de las más originales de nuestro tiempo: Accatone (1961), Mamma Roma (1962), El evangelio según san Mateo (1964), Pajarracos y pajaritos (1966), Edipo rey (1967), Teorema (1968), Pocilga (1969), Medea (1970), la Trilogía de la vida (integrada por El Decamerón, 1971; Los cuentos de Canterbury, 1972; Las mil y una noches, 1974) y Salò o los 120 días de Sodoma (1975), que iniciaba una nueva fase de autocrítica que se vio truncada por su muerte tras ser asesinado en trágicas circunstancias, quizás como motivo de esa última película, donde criticaba, de forma metafórica, los poderes fácticos instaurados por el fascismo.

jueves, 14 de noviembre de 2013

"CUANDO POR FIN SE ENCUENTRAN DOS ALMAS", Victor Hugo


Cuando por fin se encuentran dos almas,
que durante tanto tiempo se han buscado una a otra entre el gentío,
cuando advierten que son parejas,
que se comprenden y corresponden,
en una palabra, que son semejantes,
surge entonces para siempre una unión vehemente y pura como ellas mismas,
una unión que comienza en la tierra y perdura en el cielo.
Esa unión es amor,
amor auténtico, como en verdad muy pocos hombres pueden concebir,
amor que es una religión,
que deifica al ser amado cuya vida emana
del fervor y de la pasión y para el que los sacrificios
más grandes son los gozos más dulces.

(Victor Hugo)

Pintura: "El fin de la búsqueda" (1921), Frank Dicksee

"LA BELLEZA Y LA MUERTE SON DOS COSAS PROFUNDAS", Victor Hugo


La belleza y la muerte son dos cosas profundas,
con tal parte de sombra y de azul que diríanse
dos hermanas terribles a la par que fecundas,
con el mismo secreto, con idéntico enigma.

Oh, mujeres, oh voces, oh miradas, cabellos,
trenzas rubias, brillad, yo me muero, tened
luz, amor, sed las perlas que el mar mezcla a sus aguas,
aves hechas de luz en los bosques sombríos.

Más cercanos, Judith, están nuestros destinos
de lo que se supone al ver nuestros dos rostros;
el abismo divino aparece en tus ojos,

y yo siento la sima estrellada en el alma;
mas del cielo los dos sé que estamos muy cerca,
tú porque eres hermosa, yo porque soy muy viejo.

(Victor Hugo)

Versión de Carlos Pujol

Pintura: "La bella dama sin piedad", Frank Cadogan Cowper

miércoles, 13 de noviembre de 2013

"TE DESEO", Victor Hugo

Te deseo primero que ames y que,
amando, también seas amado.

Y que, de no ser así, seas breve en olvidar
y que después de olvidar no guardes rencores.
Deseo, pues, que no sea así, pero que si es,
sepas ser sin desesperar.

Te deseo también que tengas amigos y que,
incluso malos e inconsecuentes, sean valientes y fieles,
y que por lo menos haya uno en quien puedas confiar sin dudar.

Y porque la vida es así, te deseo también que tengas
enemigos. Ni muchos ni pocos, en la medida exacta para que,
algunas veces, te cuestiones tus propias certezas.

Y que entre ellos, haya por lo menos uno que sea justo,
para que no te sientas demasiado seguro.

Te deseo además que seas útil, mas no insustituible.
Y que en los momentos malos, cuando no quede nada más,
esa utilidad sea suficiente para mantenerte en pie.

Igualmente te deseo que seas tolerante;
no con los que se equivocan poco, porque eso es fácil,
sino con los que se equivocan mucho e irremediablemente,
y que haciendo buen uso de esa tolerancia,
sirvas de ejemplo a otros.

Te deseo que siendo joven no madures demasiado deprisa,
y que ya maduro, no insistas en rejuvenecer,
y que siendo viejo no te dediques al desespero.
Porque cada edad tiene su placer y su dolor
y es necesario dejar que fluyan entre nosotros.

Te deseo de paso que seas triste,
no todo el año sino apenas un día.
Pero que en ese día descubras que la risa diaria es buena,
que la risa habitual es sosa y la risa constante es malsana.

Te deseo que descubras, con urgencia máxima,
por encima y a pesar de todo, que existen
y que te rodean seres oprimidos
tratados con injusticia, y personas infelices.

Te deseo que acaricies un gato, alimentes a un pájaro
y oigas a un jilguero erguir triunfante su canto matinal,
porque de esta manera te sentirás bien por nada.

Deseo también que plantes una semilla,
por más minúscula que sea, y la acompañes en su crecimiento,
para que descubras de cuántas vidas está hecha un árbol.

Te deseo, además, que tengas dinero,
porque es necesario ser práctico.
Y que por lo menos una vez por año pongas algo
de ese dinero enfrente de ti y digas: "Esto es mío",
sólo para que quede claro quién es el dueño de quién.

Te deseo también que ninguno de tus afectos muera
pero que, si muere alguno, puedas llorar sin lamentarte
y sufrir sin sentirte culpable.

Te deseo por fin que, siendo hombre, tengas una buena mujer,
y que, siendo mujer, tengas un buen hombre.
Mañana y al día siguiente, y que cuando estéis exhaustos
y sonrientes, aún sobre amor para empezar de nuevo.

Si todas estas cosas llegaran a pasar,
no tengo nada más que desearte.

(Victor Hugo)

Pintura: "Athenais", óleo sobre lienzo de John William Godward

jueves, 7 de noviembre de 2013

"MIENTRAS DUERMES", Mayte Dalianegra

Mientras duermes
sumergido entre brumas,
el veloz cometa del deseo
te cruza las órbitas,
cautivas bajo esa clausura de luces
y realidades
que la penumbra ocasiona.

Mil y una tentaciones
asaltan tus ojos marinos,
mil y una fantasías de faunos,
centauros, ninfas, lamias
y otras criaturas de libido generosa.

Mientras duermes,
esas mariposas que sientes aletear
dentro del estómago
cuando estás conmigo,
se nutren de raíces de mandrágora
hasta sucumbir a la narcosis.

Ellas no pueden elegir,
tú tampoco,
te has convertido en un esclavo
y tus sueños imponen
su dominio incorpóreo.

(Mayte Llera, Dalianegra)

Pintura:”Sueño de amor”, Alberto Pancorbo
Safe Creative #1202281214599

lunes, 28 de octubre de 2013

"ALLÍ", Mayte Dalianegra


Allí,
la tarde
desplomándose
sobre las hojas de la arboleda,
planeando
con el tenue soplo de la brisa.

Allí,
el andar tranquilo,
el lento discurrir de las horas
sobre la hierba húmeda,
sobre el verdor umbrío de la primavera.
Allí,
mis pies desnudos
rozando la frescura del barro.

Allí,
mi corazón,
que se conmueve
con el trino del pájaro,
con el rumor del regato cercano.

Allí,
mis ojos,
que buscan tus verdes pupilas
entre la espesura,
que te ven sin verte,
que te echan de menos.

Allí,
mi nostalgia
—árida y estéril—
opuesta a la alegría
de la fronda ubérrima.

Allí,
mi soledad
opuesta a la inmensidad del mundo.

(Mayte Dalianegra)

Pintura de Eugeni Balakshin

Safe Creative #1202281214599

"LA POBRE GENTE", Victor Hugo


Es de noche. La choza es pobre, aunque segura.
Sombrío es su interior, mas algo se percibe
que irradia entre las sombras de su oscuro crepúsculo.
Redes de pescador cuelgan de sus paredes.
Y al fondo, en un rincón, una vajilla humilde,
encima de un arcón, destella vagamente,
y una gran cama adviértese, echadas sus cortinas.
Cerca, un colchón se extiende sobre unos viejos bancos,
y cinco niños sueñan en él como en un nido
de almas. El hogar donde unas llamas velan
alumbra el techo oscuro, y una mujer, de hinojos,
la frente sobre el lecho, reza y piensa, agitada.
Es su madre. Está sola. Blanco de espuma, afuera,
contra el viento, las rocas, las sombras y la bruma,
el torvo Océano lanza sus oscuros sollozos.

II
Su hombre está en el mar. Marino desde niño,
contra el siniestro azar libra una gran batalla.
Llueva o truene, sin falta ha de salir él siempre,
pues las criaturas tienen hambre. Al atardecer
parte cuando las aguas profundas van subiendo,
del dique, los peldaños.
La mujer quedó en casa cosiendo viejas telas,
remendando las redes, cuidando los anzuelos,
ante el hogar velando la sopa de pescado,
y a Dios luego rezando cuando los niños duermen.
Él, solo, combatido del mar, cambiante siempre,
se adentra en sus abismos y se pierde en la noche.
¡Qué esfuerzo! Todo es negro y frío, nada luce.
En los rompientes, entre las delirantes olas,
el buen banco de pesca y, sobre el mar inmenso,
el lugar móvil, negro, cambiante y caprichoso,
tan querido a los peces de aletas plateadas,
no es más que un punto sólo, grande como dos chozas.
Mas, de noche, en diciembre, con niebla y aguacero,
para encontrar tal punto sobre el desierto inquieto
¡cómo hay que calcular el viento y la marea,
y combinar con tino todas las maniobras!
Bordéanlo las olas como culebras verdes;
el mar tuerce y se encrespa sus pliegues desmedidos,
y hace gemir de horror los pobres aparejos.
Sueña él con su Jeannie, solo en el mar helado,
y ésta, llorando, llámalo, y entrambos pensamientos
se cruzan en la noche cual dos divinos pájaros.

III
Ella reza, y la alondra con su burlón graznido
importúnale, y entre escollos derruidos
le aterra el Océano, y mil distintas sombras
su espíritu atraviesan, de mar y marineros
llevados por la cólera furiosa de las olas;
y mientras, en su caja, cual sangre en las arterias,
el frío reloj late, vertiendo en el misterio
el tiempo gota a gota, inviernos, primaveras,
las varias estaciones; y estas palpitaciones
abren para las almas, y a modo de bandadas
de azores y palomas, por un lado, las cunas;
(las tumbas por el otro.

Ella medita y sueña: —“¡Oh Dios, cuánta pobreza!”
Sus hijos van descalzos en invierno y verano.
No comen pan de trigo, sólo pan de cebada.
¡Oh Dios, el viento ruge como un fuelle de fragua!
El mar bate en la costa como si fuera un yunque,
y las estrellas huyen entre el negro huracán
como un turbión de chispas por una chimenea.

Es ya la medianoche, la hora en la que ésta
como jovial danzante ríe y juguetea
bajo antifaz de raso que iluminan sus ojos;
la hora en que medianoche, bandido misterioso,
de sombra y lluvia lleno y su frente en el cierzo,
toma a un pobre marino tembloroso y lo estrella
contra espantosas rocas que aparecen de pronto.
¡Qué horror!, el hombre cuyos gritos el mar sofoca,
siente ceder y hundirse la barca en que naufraga,
y mientras siente abrirse las sombras y el abismo
bajo sus pies, ¡aún sueña con esa vieja argolla
de hierro, de su muelle, bañado por el sol!

Estas tristes visiones su corazón conturban,
negro como la noche. Y ella tiembla y solloza.

IV
¡Oh la pobre mujer del pescador! Qué horrible
es tener que decirse: —“Todo cuanto yo tengo,
hermano, padre, amante, mis hijos más queridos,
el alma de mi alma, están en ese caos
perdidos, mi corazón, la carne de mi carne.”
¡Ser presa de las olas es serlo de las bestias!
Pensar —¡Cielos!— que el agua juegue con sus cabezas,
desde el hijo, grumete, al marido, patrón,
y que el viento soplando por sus trompas horribles
sobre ellos desate su larga y loca trenza,
y tal vez a esta hora se encuentren en peligro,
sin que saber podamos lo que están ahora haciendo
más que para enfrentarse a ese abismo sin fondo,
a esas oscuras simas donde no hay ni una estrella,
¡tienen sólo una plancha con un poco de tela!
¡Terrible angustia! Corren todas sobre las rocas.
Las olas suben; háblanles, grítanles: —“Devolvédnoslos”.
Mas ¡ay! qué es lo que puede decirse al pensamiento
del mar, siempre sombrío, y siempre trastornado!

Jeannie está aún más triste. ¡Su esposo está allá solo!,
en esta áspera noche, bajo el frío sudario,
sin ayuda. Sus hijos son aún pequeños. Madre,
dices: “¡Si fueran grandes! ¡Qué solo está!” ¡Quimeras!
Mañana, cuando partan ya acompañando al padre
dirás entre sollozos: “¡Oh, si aún pequeños fueran!”

V
Toma ella su linterna y su capote. Es la hora
de ir a ver si regresa y si la mar mejora,
si ya es de día y el mástil muestra su gallardete.
¡Vamos! De casa sale. La brisa matutina
no sopla aún. No hay nada. No está esa línea blanca
en el confín en donde se aclaran las tinieblas.
Llueve. Oh, qué siniestra la lluvia, de mañana.
Parece que el día tiembla, que está incierto y dudoso,
y que al igual que un niño, llora al nacer el alba.
Sale. No hay luz alguna en ninguna ventana.

De repente, a sus ojos que buscan el camino,
con una rara mezcla de lúgubre y de humana
una pobre casucha, decrépita, aparece,
sin luz ni fuego alguno; su puerta bate el viento;
sobre sus viejos muros hay un techo oscilante,
y el cierzo en él retuerce repugnantes rastrojos,
sucios y amarillentos como un río revuelto.

“¡Vaya!”, no me acordaba de esta pobre viuda
—se dice—; mi marido la encontró el otro día
enferma y solitaria; voy a ver cómo anda”.

Golpea ella la puerta; escucha, no hay respuesta,
y Jeannie bajo el viento del mar tirita y tiembla.
“¡Enferma! ¡Y sus hijos andan tan mal nutridos!…
No tiene más que dos, pero está sin marido”.
Golpea otra vez la puerta. “¡Eh, vecina, vecina!”
Pero la casa calla. “Oh Dios —se dice inquieta—,
¡cómo duerme que no oye ni aun tras llamar tanto!”
Pero esta vez la puerta, como si de repente
los objetos sintieran una piedad suprema,
triste, giró en la sombra y abrióse por sí misma.

VI
Entró, y su linterna iluminó la negra
estancia muda al borde de las rugientes olas.
Como por un cedazo caía agua del techo.

Yacía al fondo echada una terrible forma;
una mujer inmóvil, descalza y boca arriba,
con la mirada oscura y un espantoso aspecto,
un cadáver; —un tiempo madre jovial y fuerte—;
el desgreñado aspecto de la miseria muerta;
los despojos del pobre tras su tenaz combate.
Pender dejaba ella un frío y yerto brazo
con su mano ya verde, en medio de la paja,
y brotaba el horror de aquella boca abierta
por la que alma, huyendo, siniestra, había lanzado
¡el grito de la muerte que oye la eternidad!
Cerca donde yacía la madre de familia,
dos niños muy pequeños, un varón y una hembra,
en una misma cuna sonreían en sueños.

Sintiéndose morir, su madre habíales puesto
sobre sus pies su manto, sus ropas sobre el cuerpo,
para que en esa sombra que nos deja la muerte,
no hubieran de sentir perderse la tibieza,
y así calor tuvieran en tanto que frío ella.

VII
¡Cómo duermen los dos en esa pobre cuna!
Su aliento es apacible y sus frentes serenas,
cual si no hubiera nada capaz de despertarlos,
ni siquiera las trompas del Juïcio Final,
pues que, inocentes siendo, a juez ninguno temen.

La lluvia ruge afuera cual si fuera un diluvio.
Del techo, a veces, cae con las rachas del viento
una gota de lluvia sobre esa frente yerta
y corre por su rostro cual si fuera una lágrima.
Las olas suenan como la campana de alarma.
La muerta oye la sombra con expresión absorta.

VIII
Pero Jeannie ¿qué ha hecho en casa de la muerta?
Bajo su amplia capa ¿qué es lo que ella se lleva?
¿Qué es lo que transporta al salir de la puerta?
¿Por qué su pecho late? ¿Por qué apresura el paso?
¿Por qué así, vacilante, entre las callejuelas
corre sin atreverse a volver la cabeza?
¿Qué es, pues, lo que ella oculta con un aire turbado
entre su lecho en sombras? ¿Qué puede haber robado?

IX
Cuando ella entró en su casa, las rocas de la costa
blanqueaban ya. Una silla puso junto a su cama,
y se sentó muy pálida, cual si un remordimiento
la abatiese. Su frente puso en la cabecera
y, por unos instantes, con voz entrecortada
habló mientras que lejos, ronca, la mar bramaba.

“—¡Pobre hombre, Dios mío! ¿Qué va a decir? ¡Ya tiene
tantas preocupaciones! ¿Cómo pudo ocurrírseme?
¡Cinco niños a cuestas! ¡Y trabajando tanto!…
¿No habían bastantes penas, y ahora voy a darle
otra más?… —Oh, ¿es él? No, aún no. Hice mal.
Diré, si me golpea: Tienes razón. ¿Es él?
Aún no. Mejor. La puerta tiembla como si alguien
entrara. Pero no. ¡Pobre hombre!, oír
que regresa él ahora ¿es que va a darme miedo?”
Luego Jeannie quedóse temblando y pensativa,
cada vez más hundiéndose en una angustia íntima,
perdida entre sus cuitas igual que en un abismo,
sin escuchar siquiera los ruidos exteriores,
los negros cormoranes volando vocingleros,
las olas, la marea, la cólera del viento.

Ruidosa y clara abrióse la puerta de repente,
dejando un blanco rayo entrar en la cabaña,
y el pescador, alegre, con sus chorreantes redes
en el umbral mostróse, y “Así es la mar”, le dice.

X
Jeannie gritó: “¡Eres tú!”, y fuerte contra el pecho
estrechó a su marido cual si fuera un amante,
y besó su chaqueta arrebatadamente
en tanto que él decía: “¡Aquí estoy ya, mujer!”,
y mostraba en su frente, que el fuego esclarecía,
su alma franca y buena que Jeannie iluminaba.
“—Me han robado —le dice—; el mar es una selva.”
“—¿Qué tiempo ha hecho? —Duro. —¿Y la pesca? —Muy mala.
Pero mira: te abrazo, y ya me siento a gusto.
No pude pescar nada, y destrocé las redes.
El diablo andaba oculto en el viento que aullaba.
¡Qué noche! Hubo un momento que creí entre el estruendo
que el barco se volcaba, y se rompió la amarra.
Pero dime, ¿qué has hecho tú durante este tiempo?”
Ella sintió en la sombra un estremecimiento.
“—¿Quién, yo? ¡Dios mío!, nada, lo que suelo hacer siempre.
Coser y oír rugir el mar como un gran trueno.
Tuve miedo”. “—El invierno es duro, mas da igual”.
Luego, temblando como quien se ha portado mal,
“—A propósito… —dijo—, nuestra vecina ha muerto.
Ayer debió morir, en fin, ya poco importa,
al caer el sol, después que partiérais vosotros.
Dos niños deja ella, muy pequeños aún.
Se llama uno Guillaume, y la otra Madelaine;
él todavía no anda, la niña apenas habla.
Esa buena mujer vivía en la miseria”.

Cobró él un grave aspecto, y echando en un rincón
su gorro de forzado, mojado por las olas,
“—¡Diablos! —dijo— rascándose, absorto, la cabeza.
Teníamos cinco niños, con éstos serán siete.
Ya alguna noche, a veces, sin cenar nos quedábamos
los meses del invierno. ¿Cómo haremos ahora?
Bueno, no es culpa mía. Eso es tan sólo asunto
de Dios. Aun así, es un grave accidente.
¿Por qué habría de llevarse a esa pobre mujer?
¡Qué cuestión tan difícil! ¡Mucho mayor que un puño!
Para entender todo esto, hay que tener estudios.
¡Criaturas!, tan pequeños no podrán trabajar.
Mujer, vete a buscarles, pues si se han despertado,
estarán asustados de estar junto a un cadáver.
Es su madre ¿no ves?, que llama a nuestra puerta;
abrámosla a esos niños. Vivirán con los nuestros.
A todos los tendremos, de noche, en las rodillas.
Vivirán como hermanos de nuestros cinco hijos.
Cuando vea el Señor que hay que buscar comida
para esos nuevos niños junto a los que tenemos,
para esa pequeñina y para su hermanito,
Él hará que cojamos más abundante pesca.
Beberé sólo agua y haré doble trabajo.
He dicho. Ve a buscarles. Mas, ¿qué tienes? ¿Qué pasa?
Tú sueles hacer siempre las cosas más deprisa.

“—Mira, aquí están”, le dice, abriendo las cortinas.

(Victor Hugo)

Versión de Carlos Clementson, de su antología inédita "Las Rosas de la vida" (Grandes Siglos de la Poesía Francesa)

Ilustración: dibujo de Victor Hugo para "Les travailleurs de la mer" (1894-95)