viernes, 16 de marzo de 2012

"POEMA 128 , ITALIA MÍA, AUNQUE EL HABLAR SEA VANO (CANCIONERO)", Francesco Petrarca.

Italia mía, aunque el hablar sea vano
a las llagas mortales
que veo en tu bello cuerpo dolorido,
quiero al menos que sean mis quejas tales
cual pide Arno toscano,
y Tíber y Po, donde hoy lloroso anido,
Señor cortés, te pido
que la piedad que te condujo a tierra
te vuelva aquí a tu amado y almo suelo;
verás, Rector del cielo,
por qué liviana causa hay cruda guerra.
Los pechos que arde y cierra
fiero y soberbio Marte,
ábralos tu Piedad, Señor, y apague;
y en ellos, aun sin arte,
haz que mi lengua tu Verdad propague.

Vosotros, a quien dio Fortuna el freno
de esta Italia granada,
por la que compasión ninguna os pliega,
¿qué hace aquí tanta extranjera espada?
¿Por qué el verde terreno
con la sangre barbárica se riega?
Un vano error os ciega;
veis poco, y os creéis ver demasiado,
pues en mano venal buscáis fe ardiente;
y cuanta es más la gente
más del rival es cada cual cercado.
¡Oh diluvio engendrado
de desiertos lejanos
para inundar nuestra campiña opima!
Si esto hacen nuestras manos
¿quién habrá que nos salve y nos redima?

Le dio Naturaleza a nuestro estado,
haciendo el Alpe escudo,
defensa ante la cólera germana;
mas ciego afán contra su bien tal pudo,
que luego ha procurado
que el sano cuerpo estrague sarna insana.
En esta jaula, hircana
fiera salvaje y grey mansa e incruenta
de modo están que siempre el mejor gime;
y, porque más lastime,
viene este mal de gente a ley no atenta,
a quien, como se cuenta,
abrió tal Mario el flanco
que aún vive la memoria de su brío,
cuando, en cansancio franco,
sangre fue el agua que bebió del río.

De César callo, quien de todo prado
bañó en sangre la hierba,
allá donde su hueste el pie ponía,
Hoy parece, ¡oh estrella ahora proterva!,
que a Dios damos enfado:
vosotros ved, pues tanto Italia os fía.
Vuestra discordia impía
gastan del mundo la más bella parte.
¿Qué culpa o juicio ordena, o qué destino
sitiar pobre vecino,
ansiar menguada hacienda incontinente,
y la extranjera gente
buscar al ver que a gusto
vierte la sangre y pone al alma precio?
A la verdad me ajusto,
que no me anima el odio ni el desprecio.

¿Y no os catáis aún, tras tanta seña,
del bavárico engaño,
que alzando el dedo con la muerte juega?
Peor siento la burla yo que el daño.
Mas vuestra sangre preña
más la campiña, pues la ira os ciega.
Pensad mientras se llega
la tercia hora y podréis ver cómo el hombre
precia al extraño cuando a sí abomina.
Gentil sangre latina,
el peso de esta carga no os asombre;
no hagáis ídolo un nombre
hinchado y sin cimiento;
que el que derrote hoy gente riscosa
a nuestro entendimiento
pecado es nuestro, y no natural cosa.

¿No es éste el lar que vi yo el primer día?
¿No es éste el nido mío
donde crïado fui tan dulcemente?
¿Y no es ésta la patria de que fío,
madre benigna y pía,
que sirve de mortaja hoy a mi gente?
Por Dios, esto la mente
os mueva y con piedad miréis cada uno
las lágrimas del pueblo doloroso,
que, pues en vos reposo
sólo espera tras Dios, si de consuno
mostráis favor alguno,
virtud, no destemplanza,
tomando el arma, hará el combate breve,
que la antigua pujanza
aún Italia por sus venas mueve.

Señores, ved cuán presto el tiempo viaja
y cómo huye la vida,
y la muerte a la espalda va tras ella.
Pensad, aunque hoy viváis, en la partida,
que el alma sin alhaja
aquella última vía sola huella.
Aquí antes que aquella,
dejad odio o desdén poco cristiano,
que son para el reposo contratiempo;
y aquel que pierde el tiempo
en hostigar al otro, en más humano
acto de ingenio o mano,
en más bella alabanza,
en más honesto estudio se divierta.
Así más bien se alcanza,
y la vía del cielo se halla abierta.

Canción, yo ahora te exhorto
a que des tu mensaje cortésmente,
porque entre gente altiva que irás veo
y vicia su deseo
aquel uso ya antiguo e impertinente
de oír sólo a quien miente.
Allí, cuando en la cita
te escuchen los que aún son del bien oidores,
diles: «¿Quién me acredita?
Yo, que gritando voy: "¡Paz, paz, señores!"»

Francesco Petrarca.

ORIGINAL EN ITALIANO DEL S. XIV.

talia mia, benché ’l parlar sia indarno
a le piaghe mortali
che nel bel corpo tuo sí spesse veggio,
piacemi almen che ’ miei sospir’ sian quali
spera ’l Tevero et l’Arno,
e ’l Po, dove doglioso et grave or seggio.
Rettor del cielo, io cheggio
che la pietà che Ti condusse in terra
Ti volga al Tuo dilecto almo paese.
Vedi, Segnor cortese,
di che lievi cagion’ che crudel guerra;
e i cor’, che ’ndura et serra
Marte superbo et fero,
apri Tu, Padre, e ’ntenerisci et snoda;
ivi fa che ’l Tuo vero,
qual io mi sia, per la mia lingua s’oda.

Voi cui Fortuna à posto in mano il freno
de le belle contrade,
di che nulla pietà par che vi stringa,
che fan qui tante pellegrine spade?
perché ’l verde terreno
del barbarico sangue si depinga?
Vano error vi lusinga:
poco vedete, et parvi veder molto,
ché ’n cor venale amor cercate o fede.
Qual piú gente possede,
colui è piú da’ suoi nemici avolto.
O diluvio raccolto
di che deserti strani
per inondar i nostri dolci campi!
Se da le proprie mani
questo n’avene, or chi fia che ne scampi?

Ben provide Natura al nostro stato,
quando de l’Alpi schermo
pose fra noi et la tedesca rabbia;
ma ’l desir cieco, e ’ncontr’al suo ben fermo,
s’è poi tanto ingegnato,
ch’al corpo sano à procurato scabbia.
Or dentro ad una gabbia
fiere selvagge et mansüete gregge
s’annidan sí che sempre il miglior geme:
et è questo del seme,
per piú dolor, del popol senza legge,
al qual, come si legge,
Mario aperse sí ’l fianco,
che memoria de l’opra ancho non langue,
quando assetato et stanco
non piú bevve del fiume acqua che sangue.

Cesare taccio che per ogni piaggia
fece l’erbe sanguigne
di lor vene, ove ’l nostro ferro mise.
Or par, non so per che stelle maligne,
che ’l cielo in odio n’aggia:
vostra mercé, cui tanto si commise.
Vostre voglie divise
guastan del mondo la piú bella parte.
Qual colpa, qual giudicio o qual destino
fastidire il vicino
povero, et le fortune afflicte et sparte
perseguire, e ’n disparte
cercar gente et gradire,
che sparga ’l sangue et venda l’alma a prezzo?
Io parlo per ver dire,
non per odio d’altrui, né per disprezzo.

Né v’accorgete anchor per tante prove
del bavarico inganno
ch’alzando il dito colla morte scherza?
Peggio è lo strazio, al mio parer, che ’l danno;
ma ’l vostro sangue piove
piú largamente, ch’altr’ira vi sferza.
Da la matina a terza
di voi pensate, et vederete come
tien caro altrui che tien sé cosí vile.
Latin sangue gentile,
sgombra da te queste dannose some;
non far idolo un nome
vano senza soggetto:
ché ’l furor de lassú, gente ritrosa,
vincerne d’intellecto,
peccato è nostro, et non natural cosa.

Non è questo ’l terren ch’i’ toccai pria?
Non è questo il mio nido
ove nudrito fui sí dolcemente?
Non è questa la patria in ch’io mi fido,
madre benigna et pia,
che copre l’un et l’altro mio parente?
Perdio, questo la mente
talor vi mova, et con pietà guardate
le lagrime del popol doloroso,
che sol da voi riposo
dopo Dio spera; et pur che voi mostriate
segno alcun di pietate,
vertú contra furore
prenderà l’arme, et fia ’l combatter corto:
ché l’antiquo valore
ne gli italici cor’ non è anchor morto.

Signor’, mirate come ’l tempo vola,
et sí come la vita
fugge, et la morte n’è sovra le spalle.
Voi siete or qui; pensate a la partita:
ché l’alma ignuda et sola
conven ch’arrive a quel dubbioso calle.
Al passar questa valle
piacciavi porre giú l’odio et lo sdegno,
vènti contrari a la vita serena;
et quel che ’n altrui pena
tempo si spende, in qualche acto piú degno
o di mano o d’ingegno,
in qualche bella lode,
in qualche honesto studio si converta:
cosí qua giú si gode,
et la strada del ciel si trova aperta.

Canzone, io t’ammonisco
che tua ragion cortesemente dica,
perché fra gente altera ir ti convene,
et le voglie son piene
già de l’usanza pessima et antica,
del ver sempre nemica.
Proverai tua ventura
fra’ magnanimi pochi a chi ’l ben piace.
Di’ lor: - Chi m’assicura?
I’ vo gridando: Pace, pace, pace.

Francesco Petrarca.

Pintura: "Meditación sobre la historia de Italia", Francesco Hayez (1791 - 1882).