al viento
(como esos colosos pascuenses
que contemplan, desde sus rostros hieráticos,
impertérritos,
a cuanta ola se bate y rompe
contra el quicio de su isla remota),
alargaremos
los brazos hasta colarlos
por las rendijas del otro,
aun cuando el horizonte se nuble
en espesura,
en noche calcinada,
en brasa sin aparente simiente.
Las frentes, las nuestras,
orbitando
en torno a una razón cósmica
inmensa y a la vez modesta,
como una estrella celeste,
como una estrella de mar,
sintiendo
la luminiscencia del otro,
del que siempre acompaña
en el aliento cálido y sincero del abrazo,
del que nunca cruzará
nuestro Rubicón.
Mayte Dalianegra.
Pintura: “Jóvenes griegas jugando a la pelota” (1889), Frederic Leighton. Dick Institute, Kilmarnock, UK.