Nuestros pies desbrozan la maleza
que oculta los senderos:
hierbas orgullosas del peregrinaje de sus tallos,
juncos que cimbrean y golpean
y son látigos.
Haciéndonos al suelo,
a la aridez que resquebraja el barro
y hunde sus voraces dientes
en las grietas,
o a la arena que cabalga
los lomos murmurantes de las dunas,
abrimos los caminos.
Caminos hay
trazados a cartabón y escuadra
—rectos hasta en los ángulos—
y son insípidos como lluvia.
Otros se retuercen
—jugándose el concubinato con pericia—
y son dragones lascivos.
Caminos hay
bífidos como lengua de serpiente,
obligándonos a elegir
entre dos bornes.
Otros solo tienen un sentido
y son flechas volando hacia la muerte.
(Mayte Llera, Dalianegra)
Pintura: "Les Alyscamps" (1888), Vincent van Gogh
que oculta los senderos:
hierbas orgullosas del peregrinaje de sus tallos,
juncos que cimbrean y golpean
y son látigos.
Haciéndonos al suelo,
a la aridez que resquebraja el barro
y hunde sus voraces dientes
en las grietas,
o a la arena que cabalga
los lomos murmurantes de las dunas,
abrimos los caminos.
Caminos hay
trazados a cartabón y escuadra
—rectos hasta en los ángulos—
y son insípidos como lluvia.
Otros se retuercen
—jugándose el concubinato con pericia—
y son dragones lascivos.
Caminos hay
bífidos como lengua de serpiente,
obligándonos a elegir
entre dos bornes.
Otros solo tienen un sentido
y son flechas volando hacia la muerte.
(Mayte Llera, Dalianegra)
Pintura: "Les Alyscamps" (1888), Vincent van Gogh