La sonrisa me acecha en la boca
cada vez que me acerco a ver
tu semblante sin ojos ni labios
ni nariz, ni cejas siquiera,
rostro de papel en blanco,
traza de humo que se va por esa chimenea
que es la compañía
y caldea el ambiente gélido
de una soledad compartida,
de esa soledad nacida con nuestra carne
para morir con ella.
Eres faro alumbrando mi noche
y a buen puerto me guías,
al del amanecer de una florida primavera
engalanando de color mis balcones
o al de un día de verano
con inquietos delfines
cabrioleando sobre las olas.
Aquí vengo,
a encontrarme contigo una vez más,
a elevar las comisuras de los labios y entreabrirlos
para que la gozosa comitiva de una verbena
se abra paso
y ocupe mi antes inexpugnable castillo.
(Mayte Llera, Dalianegra)