sábado, 1 de mayo de 2010

MIS POETAS FAVORITOS... Alejandra Pizarnik.

Alejandra Pizarnik fue una de las más prominentes escritoras argentinas. Nacida en 1936, en el seno de una familia de inmigrantes judíos, realizó estudios de Filosofía en Buenos Aires. Tomó también clases de pintura en el taller de Juan Batlle Planas, y estudió periodismo.

Entre 1960-64, vivió en París, donde escribió un poemario titulado “Árbol de Diana”. También se dedicó a la traducción de textos de Antonin Artaud, Aimé Cesairé, Yves Bonnefoy. Trabajó como correctora de pruebas de la revista “Cuadernos”, además de colaborar con distintas publicaciones literarias europeas y americanas. Estudió en la Sorbona, Literatura Francesa e Historia de la Religión.

La obra de Alejandra Pizarnik:

En 1955 publicó “La tierra más ajena”. En 1956 “La última inocencia”. En 1958 “Las aventuras perdidas”.

A su retorno a la Argentina, publicó “Los trabajos y las noches”, “Extracción de la piedra de locura”, “El infierno musical”, “Nombres y figuras”, “La condesa sangrienta” y “Los pequeños cantos”.

En 1968, recibió la beca Guggenheim, y en 1971, la Fullbright.

 Alejandra Pizarnik fue una de las voces más representativas de la generación del 60, su poesía incurre en el surrealismo y marcó a las generaciones posteriores. Trabajó también en las tradiciones romántica y simbolista. Es responsable de poner en la escena el desgarrador silencio creativo y de abrir la puerta para las nuevas generaciones de mujeres poetas.

Alejandra escribía libre de sí y de todo, su poesía es creación y revelación de experiencia, una serie de instantes encadenados.

El 25 de julio de 1965, Pizanrik escribiría en su diario: "En el fondo yo odio la poesía. Es, para mí, una condena a la abstracción. Y además me recuerda esa condena. Y además me recuerda que no puedo «hincar el diente» en lo concreto. Si pudiera hacer orden en mis papeles algo se salvaría. Y en mis lecturas y en mis miserables escritos".

En 1967, conoce a Silvina Ocampo, con quien mantendrá una amistad de por vida.

Colaboró con la revista Sur, con críticas y bibliografías.

Pasó sus últimos años prácticamente recluida por sus tentativas de suicidio y sus constantes depresiones. En 1972, durante una salida de fin de semana del hospital psiquiátrico en el que estaba internada, se quitó la vida con una sobredosis de seconal.