Todavía mis pupilas
no han descubierto su reflejo
en el espejo de las tuyas,
aún se tiñen del verdor de la esperanza
y pasean ajenas bajo los calmos tilos.
Todavía no muestran
su terneza dolorida,
pero, como eficaces sibilas, ya adelantan
la atroz despedida bajo la lluvia del llanto.
Pronto llegarán las horas desasistidas
con sus yelmos y sus corazas marciales.
Pronto el susurro hierático de nuestras voces
alejándose del vértice.
Aún no conocen mis hombros
el calor de tu abrazo,
y ya se abisman mis manos en el vacío
de tu partida.
(Mayte Dalianegra)
Pintura: “Cupido y Psique” (1878), Eugene Medard