Rebasado el meridiano,
conozco ya la esquina
por donde nace el sol
y la esquina por donde su luz
se extingue.
El orto de una estrella
no me resulta ya un suceso indiferente.
Aún quedan muchas letras
en el fondo taciturno de un tintero,
aún quedan,
conozco ya la esquina
por donde nace el sol
y la esquina por donde su luz
se extingue.
El orto de una estrella
no me resulta ya un suceso indiferente.
Aún quedan muchas letras
en el fondo taciturno de un tintero,
aún quedan,
y espero que algunas hojas
todavía por arrancar del calendario.
Tal vez también me aguarde,
de vez en cuando, una sorpresa,
el hallazgo fortuito
que me resuelva
un, hasta entonces, irresoluto misterio,
o la caricia de un viento
imantado de intenciones nuevas.
Y de esa abigarrada maraña
de neuronas,
dispuestas en meticuloso desorden
dentro de mi cabeza,
continúan emanando ideas nítidas,
lo blanco, blanco, lo negro, negro,
y entre ello, la plata del gris.
Nadie va a decirme
cómo tengo que hacer esto o aquello,
qué tengo que pensar o que decir
sobre esto o aquello.
Tal vez también me aguarde,
de vez en cuando, una sorpresa,
el hallazgo fortuito
que me resuelva
un, hasta entonces, irresoluto misterio,
o la caricia de un viento
imantado de intenciones nuevas.
Y de esa abigarrada maraña
de neuronas,
dispuestas en meticuloso desorden
dentro de mi cabeza,
continúan emanando ideas nítidas,
lo blanco, blanco, lo negro, negro,
y entre ello, la plata del gris.
Nadie va a decirme
cómo tengo que hacer esto o aquello,
qué tengo que pensar o que decir
sobre esto o aquello.
Nadie,
pues conozco ya la esquina
por donde nace el sol,
y la esquina
por donde el sol se extingue.
Mayte Dalianegra.
Pintura: "Mirando al fondo del Valle de Yosemite" (1865), Albert Bierstadt.
Añadir leyenda |