Es así: periódicamente el dinero me reprocha
por qué lo dejo aquí sin utilizar.Soy lo que nunca tuviste,
el sexo y las cosas buenas.
Tú puedes conseguirlas firmando unos cuantos cheques.
Entonces miro qué hacen los demás con el suyo:
seguramente no lo dejan debajo del colchón.
Ellos ya tienen una casa en la playa, un coche y una mujer:
está claro que el dinero alguna relación guarda con la vida
—en efecto, tiene mucho que ver si lo averiguas—:
no puedes postergar la juventud hasta que te jubiles
y por más que deposites tu sueldo, al final
tus ahorros apenas te permitirán pagar una afeitada.
Escucho el canto del dinero.
Es como mirar desde lo alto de un ventanal
una ciudad de provincia,
sus barrios, el canal, las iglesias
adornadas y locas
bajo el sol de la tarde.
Es intensamente triste.
Philip Larkin
Pintura: "La maldición de la libertad", Patrick Pierson