Cavan
y cavan en la tierra fresca,
en la arcilla moldeable
—apta como campo de labor—,
también en la reseca
del erial nunca cultivado,
de la estepa inhóspita,
buscando en ella
el atisbo del germen.
Como cuervos, persiguen
—de forma infatigable— su sustento.
Cavan
y cavan, remueven, perforan,
son oportunistas
que nunca desperdician nada,
en aras de camuflar su patética
mediocridad, de subirse
a un pedestal que no merecen,
de coronarse con laureles de oropel
y colgarse medallas de cartón,
para que los ciegos no sepan
que quienes reinan
son tuertos.
Cavan
y socavan los cimientos de cuanto
se levanta sobre el suelo,
pues entre los escombros de otros,
esperan que sus pequeños montículos
de tierra
semejen torreones.
Cavan
y excavan galerías como lombrices
que tuviesen por única finalidad excretar estiércol;
mas su maldad no es aparente,
a priori simulan ser buenos vecinos,
hasta que —invariablemente— quebrantan
toda conducta de buena vecindad.
Cavan y cavan,
excavan, socavan, horadan, remueven
sus fosas
hasta que la noche sangra
luz negra.
(Mayte Dalianegra)
Pintura: "El enterrador errante" (1997), Juan Vallejo