No digo no
si quiero decir sí,
porque cuando digo no
se cierran los portones de mis labios
y el puente levadizo de mi lengua,
y una torre almenada
se erige sobre el solar
de mi boca.
Allí, la palabra aguerrida
—hincando su rodilla—
es hábil ballestera.
Allí, en ese perol carnal,
hierve el aceite
que será mortal cascada
vertiéndose matacanes abajo,
y no hay catapulta ni almajaneque
que derriben mis muros,
ni ariete que me cambie el adverbio.
(Mayte Llera, Dalianegra)
Pintura: “La bella dama sin piedad” (1901), Frank Dicksee