(Metz, 1844-París, 1896) Poeta francés. Considerado el maestro del  decadentismo y principal precursor del simbolismo, es, en realidad, el único  poeta francés que merece el epíteto de «impresionista» y, junto con Victor Hugo,  el mayor poeta lírico francés del s. XIX. En 1851 su familia se instaló en  París, donde Verlaine trabajó como escribiente en el ayuntamiento (1864). En  1866 publicó su primer libro, Poemas saturnianos, que revela la  influencia de Baudelaire, al que siguieron Fiestas galantes (1869), en el  que describe un universo irreal a lo Watteau, y La buena canción (1870).
Después de una crisis producida por el amor no correspondido que  le inspiró su prima Élise Moncomble, halló una efímera estabilidad en su  matrimonio con Mathilde Mauté (1870), disuelto a raíz de sus relaciones, a  partir de 1871, con Arthur Rimbaud, con quien viajó a Bélgica y a Gran Bretaña  (1872-1873). El 10 de julio de 1873, en Bruselas, hirió de bala a Rimbaud, quien  le había amenazado con abandonarle. Condenado a dos años de prisión, salió de la  cárcel después de recobrar la fe. 
Su etapa de madurez se inicia con la publicación de Romanzas  sin palabras (1874), que revela una poética nueva, basada en la música del  verso, y expresa su desgarramiento, dividido entre Rimbaud y Mathilde. Tras una  última riña con Rimbaud en Stuttgart, regresó a Gran Bretaña (1875), donde se  dedicó a la enseñanza hasta que regresó a Francia (1877). Después de una recaída  en el alcoholismo, volvió a Gran Bretaña con su alumno favorito, Lucien Létinois  (1879-1880).
En 1881 publicó Cordura, poemario de inspiración religiosa,  y en 1883, tras la muerte de Létinois, llevó en Coulommes una vida escandalosa.  De este período data la publicación de Los poetas malditos (1884), en que  dio a conocer a Rimbaud, Tristan Corbière y Stéphane Mallarmé, y Antaño y  ahora (1884). Tras una nueva estancia en la cárcel por haber intentado  estrangular a su madre hallándose bajo los efectos del alcohol, pasó a residir  definitivamente en París (1885), donde fue a menudo hospitalizado. 
Aparte de obras en prosa, como Mis hospitales (1892), de su  producción de esta última etapa destacan algunas obras poéticas de tema  religioso (Amor, 1888; Liturgias íntimas, 1892) y de tema erótico  (Paralelamente, 1889; Mujeres, 1890; Canciones para ella,  1891; Odas en su honor, 1893; Elegías, 1893; En los limbos,  1894). En sus últimos años gozó de gran prestigio literario (dio conferencias en  Bélgica y Gran Bretaña, fue elegido «Príncipe de los poetas» en 1894), lo que  contrasta con la miseria y el estado de degradación en que vivía.

 
 
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