Hay un salar en mi pecho, mar de amargura y de muerte,
que crece cuando mis ojos no te hallan en la albura
y mengua si oigo palabras
escanciadas por tu lengua.
Hay una llaga en mi pecho doliente como la vida,
a la suerte abandonada del que al morir
nada pierde,
porque en vivir nada tiene.
Sirve de nido a los pájaros que trinan en mi agonía,
gorjean y, en su salmodia, se eleva una plegaria
que ningún oído atiende.
(Mayte Llera, Dalianegra)
Pintura de Ángel Ramiro Sánchez