El polvo del camino
está acostumbrado
a los perros flacos que vagabundean,
a los niños huérfanos —de todo— que regresan
a la humildad de sus hogares
abrazados
a pequeños tesoros,
a juguetes rotos e inservibles
hallados con tesón en los vertederos.
El polvo del camino
está acostumbrado
a las huellas
que graban en su árida piel
los tacos
de botas militares y las orugas
de tanquetas y carros de combate.
El polvo del camino
—impasible y estéril—
está acostumbrado
también a otras huellas,
las de pies mal calzados
arrastrándose, pesarosos,
hacia el exilio
impuesto por la voz del fusil.
El polvo del camino,
que todo lo sabe y todo lo calla,
fiel a su costumbre,
rehúsa hablar del humo de las bombas
y de los niños rotos como sus juguetes.
(Mayte Llera, Dalianegra)
Pintura: "Lorenza II, retrato de una niña palestina", Sandra València