Bajo el limpio esplendor de la mañana
en tu adorado asombro estremecido,
busco los juncos del abril perdido;
nieve herida eras tú, nieve temprana
tu enamorada soledad humana,
y ahora, Señor, que por la nieve herido
con la risa en el labio me has vencido,
bien sé que la tristeza no es cristiana.
¿No era la voz del trigo mi locura?
Ya estoy sólo, Señor —nieve en la cumbre— ,
nieve aromada en el temblor de verte,
hombre de llanto y de tiniebla oscura,
que busca en el dolor la mansedumbre,
y esta locura exacta de la muerte.
(Luis Rosales)
Pintura: "Retrato de Edouard Vuillard" (1893), Felix Vallotton