Entonces,
en aquellos días,
mi voz y yo
nos hallábamos lejanas
como si fuéramos el eco insondable de una profecía.
Lejanas y valiosas
como nebulosas cósmicas,
lejanas y ambiguas
como fortalezas vacías,
desguarnecidas de defensa alguna en los adarves.
Entonces,
en aquellos días,
toda yo,
toda yo misma era oro y seda,
diamante y rubí de fulgurante brillo,
estrella reluciente iluminando la noche.
Entonces,
en aquellos días,
llegaste a mí
para extinguir el fuego que en mi interior ardía,
y fue resplandor de relámpago
dejando tras de sí la urna cineraria,
el relicario de lo que había sido,
de lo que antes en mí latía.
Ahora
ya no existe entonces,
ahora la valía extinta de mi especie, también finada,
renace como Ave Fénix ungida y entronizada,
vuelve de nuevo la vida a rugir,
vuelve de nuevo la lucha a enardecerle las venas
y a tomarla por su casa.
(Mayte Dalianegra)
Pintura: “Molly, duchess of Nona” (“Molly, duquesa de Nona”), 1905,
Frank Cadogan Cowper