Cuando nadaba en dulce oscuridad, nada sabía del pacto de nacer. La
vida es, ciertamente, una de sus cláusulas. También la muerte y el dolor,
el amor, la alegría, el mero padecer, y el daño que hacemos, el
daño que nos hacen, el espejo celeste donde miramos nuestro estar
sobre la tierra. A ella nos ata la cadena que se balancea sobre todos los
abismos del mismo abismo: ser.
¿Cuándo es delicia este yugo? ¿O deleite, dejamiento de sí, profunda
sangre? ¿Cuándo es cosmos mi pedacito de papel, tan escrito y tachado
por todos y por mí? ¿Qué dice el libro humano? ¿En qué balanza
pesan esas tintas? ¿Las palabras del puro comenzar?
vida es, ciertamente, una de sus cláusulas. También la muerte y el dolor,
el amor, la alegría, el mero padecer, y el daño que hacemos, el
daño que nos hacen, el espejo celeste donde miramos nuestro estar
sobre la tierra. A ella nos ata la cadena que se balancea sobre todos los
abismos del mismo abismo: ser.
¿Cuándo es delicia este yugo? ¿O deleite, dejamiento de sí, profunda
sangre? ¿Cuándo es cosmos mi pedacito de papel, tan escrito y tachado
por todos y por mí? ¿Qué dice el libro humano? ¿En qué balanza
pesan esas tintas? ¿Las palabras del puro comenzar?
La vida es acto que conoce y cada acto, introducción al otro no saber.
La inteligencia y el instinto encienden fuegos en la noche. Pero es
del infinito que estamos exiliados.
Así, en tu secreto, crece el árbol que sueña el sueño donde un gallo,
una piedra y la tristeza miran al mundo entero y lo ponen en la boca
de un niño para que el sol beba.
del infinito que estamos exiliados.
Así, en tu secreto, crece el árbol que sueña el sueño donde un gallo,
una piedra y la tristeza miran al mundo entero y lo ponen en la boca
de un niño para que el sol beba.
Juan Gelman.
Pintura de Carolina Cleere.