A Rafael
Su nombre dormía
entre las paredes de su corazón
como duerme el fruto
en el cáliz de la flor.
Una mañana abrió los párpados
y pudo dibujar sus sílabas
en el horizonte.
Le pareció conocer ese nombre
desde mucho tiempo atrás,
le pareció que no le era ajeno ni extraño,
le pareció que se pronunciaba
permitiendo que entrase una bocanada de aire
y consintiendo que saliese el mismo aire,
vibrante y caliente,
a través del anillo de sus labios.
Se atrevió a intentar articularlo
con la voz madura del azúcar:
lo vocalizó pausadamente, deteniéndose
en su inicio y en su culmen,
acariciando la liviandad de sus alas.
Después lloró.
(Mayte Dalianegra)
Pintura de Yoel Díaz Gálvez