Invierno, infierno helado, ya nos dejas.
El prado se desnuda del manto
de la escarcha,
mudando su blancura
por el color de la fronda:
colzas, retamas, ranúnculos
lustrados de sol,
jaras encaladas de acento andaluz,
azaleas floridas que son espejos
de estrellas,
adelfas sonrosadas y robustas
(esgrimiendo raíces de ofidio vegetal),
margaritas, malvas, violetas y verónicas,
lavandas de efluvio meloso,
tomillos y romeros en flor, amapolas
de seda carmesí
y el diente de león, algodonoso, etéreo.
Invierno, infierno helado, ya nos dejas
en los campos, vencidos
por la luz (germinados en los ojos
húmedos de una acuarela
de delirante policromía),
desplegando guirnaldas sobre la hierba,
virando
del resplandor tibio de la aurora,
hacia el cálido culmen solar,
descansando, tras el crepúsculo,
de su viva pigmentación.
Invierno, infierno helado, ya nos dejas,
ya se va tu carácter de viejo malhumorado,
al fin regresa Perséfone de su encierro
para colmar nuestras pupilas de colorido y de polen,
para templarnos la sangre y dilatarnos las venas.
Invierno, infierno helado, ya nos dejas,
al fin regresa Perséfone, enamorada de las hojas,
y saciada de los espurios rubíes de las granadas.
(Mayte Llera, Dalianegra)
Pintura: "Spring" (Primavera), 1894, Lawrence Alma-Tadema. Getty Museum, Los Ángeles, U.S.A.