(Esbozo de sentimientos que provoca la danza)
¡Bien, chavita, Lolita,
Argentinita, Malaguita, todas
las que habéis celebrado vuestras bodas
con el monstruo voraz que goza y grita
y os desea, y al cabo os marchita!
Vuestra flor al esposo vigor da;
por su amor teje danzas vuestro pie;
vuestros ojos se encienden ¡anda ya!;
el rojo labio es para el beso ¡olé!
¡Con qué dúctil dulzura
y sumisión, aurora de un futuro
próximo, doblegáis vuestra cintura,
hecha para el supremo abrazo impuro!
¡Con cuánta gentileza
enderezáis al aire los amenos
senos: una realeza
marmórea, y por la vida hechidos, llenos!
¡Cuan sutiles y apenas
grávidas! El cabello, endrina o miel.
A la boca febril brindan las venas
un arroyuelo azul sobre la piel.
¡Y vosotras, adolescentes
de muslo fino y acerado,
que por ser sonrientes e inconscientes
placéis al amor hastiado!
Son vuestros brazos infantiles
como un árbol mozo y en flor
que moviera brisas gentiles
de juventud y un gran frescor.
Y vosotras, tan placenteras
y raudas, como Salomé,
o tristes, como bayaderas,
o vertiginosas ¡olé!
A todas os admiro, ingenuas criaturas,
ya que en la vida todo baila sin ton ni son,
y sólo hacéis vosotras ritmos y galanuras
con pie tan breve como es vuestro corazón.
¡Bien, chavita, Lolita,
Argentinita, Malaguita, todas
las que habéis celebrado vuestras bodas
con el monstruo voraz que goza y grita
y os desea, y al cabo os marchita!
Vuestra flor al esposo vigor da;
por su amor teje danzas vuestro pie;
vuestros ojos se encienden ¡anda ya!;
el rojo labio es para el beso ¡olé!
¡Con qué dúctil dulzura
y sumisión, aurora de un futuro
próximo, doblegáis vuestra cintura,
hecha para el supremo abrazo impuro!
¡Con cuánta gentileza
enderezáis al aire los amenos
senos: una realeza
marmórea, y por la vida hechidos, llenos!
¡Cuan sutiles y apenas
grávidas! El cabello, endrina o miel.
A la boca febril brindan las venas
un arroyuelo azul sobre la piel.
¡Y vosotras, adolescentes
de muslo fino y acerado,
que por ser sonrientes e inconscientes
placéis al amor hastiado!
Son vuestros brazos infantiles
como un árbol mozo y en flor
que moviera brisas gentiles
de juventud y un gran frescor.
Y vosotras, tan placenteras
y raudas, como Salomé,
o tristes, como bayaderas,
o vertiginosas ¡olé!
A todas os admiro, ingenuas criaturas,
ya que en la vida todo baila sin ton ni son,
y sólo hacéis vosotras ritmos y galanuras
con pie tan breve como es vuestro corazón.
Ramón Pérez de Ayala.
Pintura: "At the edge of the sea" ("En la orilla del mar"), 1892, Raphael Collins.