Las flores
de mi baranda
ya no requieren el agua,
muerto en la planta el estío.
Otoño que has de venir
envuelto en crines
de vientos,
de pegasos macilentos por el discurrir del tiempo.
Otoño cautivo de ocres,
de tierras pardas,
cobrizas,
de negros mantos lunares
que reflejan
en las aguas
turquesas y carmesíes
como frutas,
como gemas,
como joyas de oro y niebla
que pueblan una dehesa de rubios toros
ansiosos de embestir hasta tormentas.
(Mayte Dalianegra)
Pintura: “No espero más que un otoño” (2011), Andrés Rueda