Una tiara te ciñe la frente de reina laconia,
como diosa antigua,
vedada de aire,
sepultada en gemas y áureas preseas,
con los cabujones
hiriendo tu carne de cutis perlado
y eterno en el tiempo,
con ojos de jade,
fríos y conversos,
corazón siniestro
que candente fluye bajo los efluvios
de las madreselvas,
hielo que congela la mirada cándida
de aquel que te admire
en la noche gélida.
Mil barcos zarparon
por tu hermoso rostro,
reina de las sierpes, reina de las hembras.
Luces el perverso candor de Lamia y de Lilit,
derrochas encanto
y encantos nos muestras,
eres la matrona de las azucenas
que son sólo suyas.
Por tus venas bulle la sangre
de un cisne y de una doncella,
y en tus pechos lacta el fulgor albino de la medialuna.
(Mayte Dalianegra)
Pintura: “Helena de Troya” (1863), Dante Gabriel Rossetti