Tal día como hoy,
bajo la mortecina luz de la tarde,
unos ojos,
hambrientos de la veleidosa sonrisa de Tiké,
buscaban a otros.
Tal día como hoy,
unos labios,
al sentir el contacto de otros labios,
se humedecían como mares salobres,
mutando su secular herrumbre
en lozana turgencia de amapola.
Tal día como hoy,
no importa de qué año,
pues todos y cada uno de los años
repiten la misma fecha,
el nómada errabundo que eras,
hallaba el sacro fuego de Vesta
en la encrucijada inguinal de mi regazo.
(Mayte Dalianegra)
Pintura: “Amanece tarde” (2011), Andrés Rueda