La brisa atrae allí el frescor del aire,
la brisa languidece, el aire sana,
el cielo de cristal allí muestra maravillas
que en la página de la belleza escritas quedan.
(Poema epigráfico labrado en los estucos de la Alhambra)
De atalaya en atalaya te diviso,
alcazaba roja,
encumbrada medina
cortesana, yeserías que el viento labra
en filigrana con su soplo.
De atalaya en atalaya te diviso,
majestuosa Alhambra.
Una acequia sinuosa riega
la fecunda almunia,
los fragantes jazmines abrazan
los troncos de los granados persas.
Torre de la Vela, defiéndeme
de la belleza extrema.
Torre de Comares, hiéreme con la simetría
de tu patio de verdes arrayanes.
Jardín nazarí,
jardín velado
en polígono de fauces leoninas,
custodias de poder salomónico.
La sangre abencerraje
tiñe de rubíes deslumbrantes
la modesta taza
de un surtidor marmóreo,
y un eco plañidero
pende del nido de golondrina
de un mocárabe.
Ay, Torre de las Damas, que te miras
en el espejo
de una alberca sosegada,
tú, que domeñaste las aguas
de una alfaguara insolente,
no permitas que olvide
tus aromas de azahares,
de melisa,
menta y cantueso,
ni las glicinias que cuelgan, voluptuosas,
de tus recios muros de almagre.
(Mayte Llera, Dalianegra)
Pintura: “Patio de los arrayanes de la Alhambra de Granada”, Joaquín Sorolla