boca a boca,
abismo;
aquí, los tejedores del silencio
pronunciándolo a voces monosílabo y amplio,
en mayúsculas,
de donde nadie sabe
desde entonces y antes;
compañeros,
hacía tiempo ya que cavilaban
los huesos en su risco
rascándose a falanges la calavera.
Hacía tiempo
la luna le ladraba a algún ombligo
que temblaba en su gozne innecesario
en cualquier esternón
algún sucio pequeño
irritador de ojos y de olfatos.
Aquí, los tejedores del silencio crecido
desde el peregrinaje originario
por las huellas antiguas;
de cuando las sonrisas eran sólo
la sospecha delgada y amarilla
de huesos florecientes y enanchados.
Discípulos del árbol y la piedra
de la flor diminuta,
alunados y solos;
sujetos por la luz,
fundadores de verbos,
abolidotes;
cumpliendo los etcéteras radiantes
y nunca dichos.
la luna le ladraba a algún ombligo
que temblaba en su gozne innecesario
en cualquier esternón
algún sucio pequeño
irritador de ojos y de olfatos.
Aquí, los tejedores del silencio crecido
desde el peregrinaje originario
por las huellas antiguas;
de cuando las sonrisas eran sólo
la sospecha delgada y amarilla
de huesos florecientes y enanchados.
Discípulos del árbol y la piedra
de la flor diminuta,
alunados y solos;
sujetos por la luz,
fundadores de verbos,
abolidotes;
cumpliendo los etcéteras radiantes
y nunca dichos.
Anjelamaría Dávila.
Pintura: Ecce Homo (La descendente de Croix), 1949, Paul Delvaux. Colección Vanthournout.