Quinto Horacio Flaco, poeta romano (65 – 8 a.C.). Poeta lírico y satírico romano. Nace a finales del año 65 a.C. cerca de Venusa (hoy Ventosa) (Apulia), en la actual Italia. Autor de obras maestras de la edad de oro de la literatura latina, fue uno de los poetas más importantes de la literatura romana. Era hijo de un esclavo que consiguió la manumisión. Estudió en Roma en la escuela del famoso gramático Orbilio. A los 20 años se trasladó a Atenas para estudiar filosofía y retórica, y se sumergió en las fuentes de la literatura griega.
Se enroló en el ejercito, y a su vuelta tuvo que trabajar de funcionario en la administración fiscal, donde comenzó a escribir versos. Poco después estableció una estrecha amistad con Mecenas a través de Virgilio. Éste, le había conocido hacia el año 38 a.C. y le presentó a su patrocinador: Cayo Mecenas, estrecho colaborador y amigo de Augusto, quien fomentó el desarrollo cultural de su tiempo. Mecenas fue quien le introdujo en los círculos literarios y políticos de Roma, y en el año 33 a.C. le entregó una propiedad en las colinas de Sabina donde Horacio se retiró a escribir y pensar. Murió en Roma en noviembre del año 8 antes de Cristo.
Su obra está dividida en cuatro grupos: Odas , Epodos , Sátiras y Epístolas . En ellas ataca directamente a personas concretas, agradece a Mecenas su apoyo, elogia los placeres mundanos y la sencillez, y hace algunas reflexiones de carácter moral. Su estilo es sencillo y equilibrado, algo por lo que será imitado en el Renacimiento. Observador perspicaz, inclinado al escepticismo, crítico y autocrítico, cuidadoso de defender su independencia de pensamiento y de acción y, precisamente por esto, amigo cabal y de toda confianza. Hombre de gustos delicados y de una exigente meticulosidad en lo que respecta a contenidos y formas, no era para nada un poeta decadente, si no más bien un artesano que supera el refinamiento indiscutible de su producción con un barniz suplementario de espontaneidad. Poseía un tacto infalible en todas las situaciones y en todos los ámbitos de la vida: así valora la gran empresa de Augusto y afirma el objetivo de sus reformas. Después de Virgilio, llega a ser el testigo más significativo del espíritu de la época de Augusto y, junto con aquél, el creador de su estructura poética.
No es fácil establecer una clasificación clara de sus obras, ni cronológicamente ni tampoco por temas. En un mismo momento los temas desarrollados corresponden a situaciones completamente distintas, y las fechas de composición difieren enormemente.
Sus Sátiras abordan cuestiones éticas como el poder destructor de la ambición, la estupidez de los extremismos y la codicia por la riqueza o la posición social.
Aunque los Epodos aparecieron el 30 a.C., se escribieron con anterioridad, ya que reclaman con pasión el fin de la guerra civil, que terminó con la victoria de Octavio sobre Antonio en Actium en el año 31 a.C., y critican mordazmente los abusos sociales.
Sus Odas: solamente Horacio era capaz de recrear, aun en esta época de auge cultural, la primitiva lírica griega, la forma poética más excelsa e inaccesible de la poesía helénica, cuyos maestros, Píndaro y Baquílides, Anacreonte, Alceo y Safo, hacía ya mucho tiempo que no eran en su propio país más que grandes nombres; y es que Horacio era el más “griego” y precisamente por su comprensión de la manera de ser extranjera, al mismo tiempo el más romano de los poetas de Roma.
El éxito que tuvieron las Odas entre el público romano no respondió en absoluto a las esperanzas que el poeta había alimentado. Desilusionado abandona Horacio la “alta” poesía y emprende de nuevo los sermones filosofantes en torno al año 23 a.C., si bien no representan para él la poesía verdadera. Posteriormente, entre los años 17 – 13 a. C. escribe el libro 4º de sus Odas , que nos muestra a Horacio en su madurez.
Uno de los bloques más sólido dentro del corpus lírico es el que se ocupa de divulgar la moral epicúrea como ideal de vida del hombre sabio.
Horacio vio en las Odas la cima de su arte poético. En cambio el lector moderno halla la mayor dificultad en aproximarse a la lírica horaciana.
La amistad, la patria, la descripción de los lugares amenos, todo un sinfín de argumentos y paisajes desfilan ante la vista o el oído del lector. Pero lo que convirtió a Horacio en un poeta clásico no fue el uso de un color poético u otro, fue el modo de combinarlos, de estructurarlos y de darles transparencia. Utiliza recursos como la repetición de sílabas que reproducen el sonido de instrumentos musicales, la casi exacta simetría de sonidos, la mezcla de letras iguales al principio y al final de un verso... La forma conforma un todo absolutamente armónico.
Se enroló en el ejercito, y a su vuelta tuvo que trabajar de funcionario en la administración fiscal, donde comenzó a escribir versos. Poco después estableció una estrecha amistad con Mecenas a través de Virgilio. Éste, le había conocido hacia el año 38 a.C. y le presentó a su patrocinador: Cayo Mecenas, estrecho colaborador y amigo de Augusto, quien fomentó el desarrollo cultural de su tiempo. Mecenas fue quien le introdujo en los círculos literarios y políticos de Roma, y en el año 33 a.C. le entregó una propiedad en las colinas de Sabina donde Horacio se retiró a escribir y pensar. Murió en Roma en noviembre del año 8 antes de Cristo.
Su obra está dividida en cuatro grupos: Odas , Epodos , Sátiras y Epístolas . En ellas ataca directamente a personas concretas, agradece a Mecenas su apoyo, elogia los placeres mundanos y la sencillez, y hace algunas reflexiones de carácter moral. Su estilo es sencillo y equilibrado, algo por lo que será imitado en el Renacimiento. Observador perspicaz, inclinado al escepticismo, crítico y autocrítico, cuidadoso de defender su independencia de pensamiento y de acción y, precisamente por esto, amigo cabal y de toda confianza. Hombre de gustos delicados y de una exigente meticulosidad en lo que respecta a contenidos y formas, no era para nada un poeta decadente, si no más bien un artesano que supera el refinamiento indiscutible de su producción con un barniz suplementario de espontaneidad. Poseía un tacto infalible en todas las situaciones y en todos los ámbitos de la vida: así valora la gran empresa de Augusto y afirma el objetivo de sus reformas. Después de Virgilio, llega a ser el testigo más significativo del espíritu de la época de Augusto y, junto con aquél, el creador de su estructura poética.
No es fácil establecer una clasificación clara de sus obras, ni cronológicamente ni tampoco por temas. En un mismo momento los temas desarrollados corresponden a situaciones completamente distintas, y las fechas de composición difieren enormemente.
Sus Sátiras abordan cuestiones éticas como el poder destructor de la ambición, la estupidez de los extremismos y la codicia por la riqueza o la posición social.
Aunque los Epodos aparecieron el 30 a.C., se escribieron con anterioridad, ya que reclaman con pasión el fin de la guerra civil, que terminó con la victoria de Octavio sobre Antonio en Actium en el año 31 a.C., y critican mordazmente los abusos sociales.
Sus Odas: solamente Horacio era capaz de recrear, aun en esta época de auge cultural, la primitiva lírica griega, la forma poética más excelsa e inaccesible de la poesía helénica, cuyos maestros, Píndaro y Baquílides, Anacreonte, Alceo y Safo, hacía ya mucho tiempo que no eran en su propio país más que grandes nombres; y es que Horacio era el más “griego” y precisamente por su comprensión de la manera de ser extranjera, al mismo tiempo el más romano de los poetas de Roma.
El éxito que tuvieron las Odas entre el público romano no respondió en absoluto a las esperanzas que el poeta había alimentado. Desilusionado abandona Horacio la “alta” poesía y emprende de nuevo los sermones filosofantes en torno al año 23 a.C., si bien no representan para él la poesía verdadera. Posteriormente, entre los años 17 – 13 a. C. escribe el libro 4º de sus Odas , que nos muestra a Horacio en su madurez.
Uno de los bloques más sólido dentro del corpus lírico es el que se ocupa de divulgar la moral epicúrea como ideal de vida del hombre sabio.
Horacio vio en las Odas la cima de su arte poético. En cambio el lector moderno halla la mayor dificultad en aproximarse a la lírica horaciana.
La amistad, la patria, la descripción de los lugares amenos, todo un sinfín de argumentos y paisajes desfilan ante la vista o el oído del lector. Pero lo que convirtió a Horacio en un poeta clásico no fue el uso de un color poético u otro, fue el modo de combinarlos, de estructurarlos y de darles transparencia. Utiliza recursos como la repetición de sílabas que reproducen el sonido de instrumentos musicales, la casi exacta simetría de sonidos, la mezcla de letras iguales al principio y al final de un verso... La forma conforma un todo absolutamente armónico.