Vivía una pena grande,
se le aferraba a la espalda
oprimiéndole la tráquea,
le quebraba los silencios
de la mañana a la noche,
de la noche a la mañana,
y la envolvía en un manto
de gotas precipitadas.
Con la alborada dormía,
y en la noche fría y húmeda,
sus ojos se alborotaban
como crines de caballos
batiendo por la yeguada.
Vivía una pena grande,
concentrada de salitre,
embebida de salmueras,
y su vida se escapaba
emulsionada en marismas.
Pero llegado a aquel cruce
de diligentes relojes,
donde las agujas marcan
las horas del interludio
entre la vida y la muerte,
ella prefirió la vida,
dejando para otro tiempo
dormitar el Sueño Eterno.
(Mayte Dalianegra)
Pintura:"The tambourine girl" ("La chica de la pandereta"), 1906, John William Godward