Soy un hombre Sagrado.
No hay quien me geste de nuevo,
quien se acoja a los pujos,
estertores de piel vomitada
de mi pecho enmarasmado
de mi vistazo frontal y recio
barba quemada
rasgada a filo de cuchilla.
Te froto y no conoces de este acto
de mis haberes que son piedra maciza
de mis flechas
ballestas lanzadas
puntas de dragón adormecido
hasta el ahora.
Soy Caín al desearte
más que la ofrenda de frutas
y Nemrod más que convertirte
en su penacho de plomo
Pieles con pieles que quieren tocarte,
hacerte niña
robarte la mejilla
abrirte toda
jugar con tus partes estrechas.
Soy el Gemelo que cambia su guisado por tu nombre
por saberte, y sorberte y granularte.
Te eyaculo despeinada y sobre el rostro,
Pruebo a qué me sabes.
Para que no te olvides
por las respiraciones del recinto
en donde se cuecen las habas
y se entonan los salmos,
por penetrarte los inciensos arenosos de mi promesa espermicida
Los dedos a la siniestra presionan,
aúllan,
exprimen.
Los dedos a la diestra cercenan,
inmolan,
extinguen tu orgasmo.
Junto a ellos mi médula se hace grande, se alarga, se viene
y soy arcángel
ya no más un nefelim devorado por el fuego,
ya no más un demonio caído
borrado de la faz de la tierra,
ni un ente que se traga las tinieblas mientras es eliminado.
No hay quien me geste de nuevo,
quien se acoja a los pujos,
estertores de piel vomitada
de mi pecho enmarasmado
de mi vistazo frontal y recio
barba quemada
rasgada a filo de cuchilla.
Te froto y no conoces de este acto
de mis haberes que son piedra maciza
de mis flechas
ballestas lanzadas
puntas de dragón adormecido
hasta el ahora.
Soy Caín al desearte
más que la ofrenda de frutas
y Nemrod más que convertirte
en su penacho de plomo
Pieles con pieles que quieren tocarte,
hacerte niña
robarte la mejilla
abrirte toda
jugar con tus partes estrechas.
Soy el Gemelo que cambia su guisado por tu nombre
por saberte, y sorberte y granularte.
Te eyaculo despeinada y sobre el rostro,
Pruebo a qué me sabes.
Para que no te olvides
por las respiraciones del recinto
en donde se cuecen las habas
y se entonan los salmos,
por penetrarte los inciensos arenosos de mi promesa espermicida
Los dedos a la siniestra presionan,
aúllan,
exprimen.
Los dedos a la diestra cercenan,
inmolan,
extinguen tu orgasmo.
Junto a ellos mi médula se hace grande, se alarga, se viene
y soy arcángel
ya no más un nefelim devorado por el fuego,
ya no más un demonio caído
borrado de la faz de la tierra,
ni un ente que se traga las tinieblas mientras es eliminado.
Yolanda Arroyo Pizarro.
Pintura: "Angel", Matthew Stradling.