Un burka es una sombra,
el trasunto textil
de un ser humano
avergonzado —por la fuerza—
de su feminidad.
Tras esa urdimbre y esa trama
que desafían las coordenadas cartesianas,
se bosqueja la medianoche del khol,
escudriñando la vastedad de la vida
como si del mismo cosmos
oscuro e insondable se tratase,
y todas las estrellas,
por unanimidad, se hubiesen estrellado.
Un burka es la tapia
de un jardín secreto
que jamás desvela sus aromas.
Vedados los claveles impetuosos,
vedados los jazmines azucarados,
no hay efluvio sustancioso
en ese vergel
cautivo
que evoque más que a la nada.
Un burka son los oídos
cuando se escuchan
ausencias,
y lo que se oye
se sume en amnesia voluntaria;
y son también
unos labios apresados entre el barrote
del hilo
—pétalos de sal y hielo—
que van perdiendo los nombres,
las voces, los alfabetos, los alientos
sostenidos entre nubes de suspiros,
por no poder pronunciar la palabra.
(Mayte Dalianegra)
Ilustración de Jean Michel Benier para su libro "Les chants de Moheera", 2005