(De lo que dijera Odiseo
al reencontrarse con su perro)
Argos, mi viejo y fiel amigo,
los lotos no han velado
mi memoria,
aún recuerdo tu pelaje
encrespado por los vientos
y la alegría engastada
en tus pupilas de cachorro,
apenas vislumbrabas mi semblante.
Argos, mi fiel amigo,
cómo siento el largo tiempo transcurrido,
más siento aún
tu abatimiento al creerte
por siempre abandonado
del único que, añorante, te evocaba.
Y más siento, todavía,
que desde ese inmundo cúmulo de estiércol,
que hasta ahora te servía de cálido jergón,
tus ojos fatigados por el desaliento
se hayan cruzado con la sombra de mi ser,
y hoy, que por fin vuelto a casa me hallas,
tu longeva y pesarosa existencia
se disuelva en un mar
de agónicas tinieblas.
(Mayte Dalianegra)
Pintura: “Perro semihundido” (1821-23), Francisco de Goya y Lucientes. Museo del Prado, Madrid