Ayer, entre horas de lento caminar
que velaban los silencios de tinieblas,
se quebraron las rejas
de la mazmorra umbría
que confinaba mi malhadado corazón.
Ya lejos del abismo de tu salmodia
insistente de amo redentor,
sobreviví al esfuerzo de saberme
libre, por una vez libre y yo misma,
como paloma de alas retoñadas,
como el pimpollo de una rosa fresca
en titánica lucha contra la escarcha del invierno.
Dijiste, como un Orfeo arrobado por su Eurídice,
cuando el tiempo se detuvo
ante el siniestro umbral de la muerte:
"nunca te dejaré",
pero era nunca hasta ayer.
Ayer las camelias florecían bajo el hielo
y sus pétalos punzaban la fina capa del universo,
y prímulas escarlata brotaban
de mis labios enmudecidos y sin aliento.
Ayer una eternidad clamorosa
me corría por las venas dando vida a mi esqueleto,
profanándome las sienes,
estallando en las cascadas de mi risa acelerada.
Y hoy contemplo un nuevo paisaje
sin los rastros gemebundos de la opresión y del yugo,
y alzo un cáliz victorioso sobre la testa del mundo.
(Mayte Dalianegra)
Pintura: “Destiny” (Destino), 1900, John William Waterhouse